Brigitte Pénicaud

by Infocerámica

Cerámica de Brigitte Pénicaud

La Galería Kunstforum, de la ciudad suiza de Solothurn, presenta hasta el próximo 17 de junio la exposición de la ceramista francesa Brigitte Pénicaud

Brigitte Penicaud sueña despierta

Estelle Caumartin

Nacida en el distrito 15 de París, Brigitte Pénicaud creció en Versalles antes de dejar atrás su entorno familiar y un camino trillado. Una fibra política despertada en su adolescencia la llevó a emprender una carrera manual y después a instalarse en Berry.

Cuando Brigitte Pénicaud se sumerge en sus recuerdos, es con el rostro vuelto hacia la campiña de Prissac como traza el hilo de su vida. Su mirada recorre los campos que rodean su taller de artista mientras su mente repasa las etapas decisivas de su carrera. Decidida, sólida y valiente, la ceramista no se arrepiente de ninguna de sus elecciones.

Habla de la arcilla como si fuera alguien de quien se enamoró a primera vista. Y con razón. “Me enamoré de la arcilla a los 17 años. Quise dejarla ir dos veces, pero nunca me dejó. Trabajaba en la cocina pero mi mente estaba en otra parte, pensaba en ella”, cuenta. Pero nada la predestinaba al deslumbrante encuentro que tuvo.

Despertar político y cerámica

Procedente de la clase media, Brigitte Pénicaud vivió primero una agitación política antes de encontrar su camino profesional. “1968 tuvo mucho que ver. Me dio una conciencia política de lo que no quería. El rechazo de las convenciones, de la burguesía, la necesidad de cosas reales, del campo… Así que me fui”.

Autodidacta, aterrizó en Saint-Amand-en-Puisaye, y luego trabajó como tornera durante dos años. “Allí conocí la antigua cerámica de Puisaye, que tiene mucho en común con la coreana, y me enamoré de ella. […] Cocía con leña, reproducía piezas y hacía trabajos utilitarios. Lo utilitario tiene un poder real, es tan funcional que la forma es bella, esencial. En 1974, se instala en la antigua fábrica de baldosas Rollet, en Chaillac, y crea allí su taller con su marido. En 1982, adquiere en Prissac una granja abandonada desde hacía quince años y la rehabilita respetando su autenticidad, en particular conservando las baldosas de terracota, las vigas y la piedra vista.

Una mente de acero, un temperamento de fuego

A sus 68 años, Brigitte Pénicaud sigue desplegando su audacia para levantar sus jarrones, jarras, tazas, platos y esculturas. La dureza de sus gestos es impresionante, y las condiciones de trabajo que se impone imponen respeto. “Mi forma de practicar la cerámica es muy física. Es una profesión hermosa, pero no se puede hacer si no te apasiona, es demasiado dura. Lo que me interesa es el riesgo, la incomodidad. Siempre estoy en la cuerda floja, y eso hace que haya obras muy bonitas o muy malas”, explica.

Cuando llega la “temporada de talleres”, la ceramista autodidacta trabaja en sus creaciones, las modela y luego las esmalta. Fabrica sus propios colores y recoge cenizas vegetales: abedul para su “rosa sublime”, heno para los blancos, manzana para los azules. Se empeña en cocer en un horno de leña que ella misma construyó con unos amigos, y explica esta elección rara, difícil y exigente: “Creo que es la vida que se siente en las piezas. El hecho de que las llamas atraviesen las vasijas en el horno crea diferentes atmósferas, y el esmalte está vivo y es muy sensual.

En la parte delantera, la llama no es la misma que en la trasera. Tiene que haber vida, tiene que haber movimiento. El día que ya no pueda cocer con leña, dejaré de hacerlo. Es un tipo de riesgo que me encanta, que te hace regalos, ¡o no! […] Hay que colocar las piezas con precisión en función del esmalte y de sus reacciones. En algunos sitios a 1.340 °C, en otros a 1.250 °C”.

Un biotopo precioso

El resto del año, Brigitte Pénicaud se dedica a cuidar de su entorno: “Aquí hay mucho trabajo. Hay animales, un invernadero, un jardín y un huerto. También quiero tener tiempo para cuidar mis flores; es importante que mi entorno sea bonito. […] Cuando fui a México, me pasé quince días dando vueltas en el estudio, empapándome del entorno. Y acabé produciendo obras que no se parecían en nada a lo que estaba haciendo. “Soy receptiva a lo que me rodea, necesito que esté en armonía, estoy atenta a todo”. Por eso Brigitte hizo construir hace unos años una extensión de su estudio, que deja entrar una luz suave en sus piezas en bruto y le permite admirar los colores cambiantes de la naturaleza a lo largo del día. Todo la inspira, la conmueve y la impulsa a crear para dar testimonio de los espectáculos que ve cada día. En una estantería del estudio guarda cráneos de coipos, cadáveres desecados de ratones, lagartijas, salamandras, mariposas y cometas saltarinas.

Amor intacto

El trabajo de toda una vida ha dejado intacta su pasión por el barro y su oficio. “¡Qué vida he tenido! Haciendo lo que quería, sin concesiones. Nunca he aceptado un encargo estúpido. Pagas un alto precio… pero es el precio de la libertad. Tu cabeza está siempre en el proceso creativo, las cosas que ves, las que sientes… Es una profesión preciosa. Siempre estás absorbiendo cosas. Los colores de aquí, por ejemplo, los cielos, las ramas, los estanques, las ranas…”, explica con satisfacción Brigitte Pénicaud.

Cuando la dureza de su trabajo se vuelve insuperable, la ceramista se plantea aventurarse en la pintura. Antes que hornear de otra manera y abandonar su ideal creativo, prefiere abordar una disciplina diferente. Todo ello le ofrece a ella, que siempre se había negado a ser pintora, la oportunidad de probar suerte con la pintura.

Extracto del texto de presentación de la exposición


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Kunstforum Solothurn – Hanspeter Dähler
Schaalgasse 9
CH-4500 Solothurn – Suiza

Tel. +41 (0)32-6213858
Email: info@kunstforum.cc
Web: www.kunstforum.cc


Se prohíbe el uso de texto y las imágenes de este artículo, que se publican en Infoceramica exclusivamente para la promoción de la exposición, queda prohibida su reproducción sin permiso expreso. Infoceramica agradece a Kunstforum Solothurn la ayuda prestada para la realización de este artículo.


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