SIEMPRE CON UNA SONRISA
El pasado 2 de febrero falleció el ceramista japonés Masazaku Kusakabe. No por esperada esta noticia es menos triste. Porque sí, quienes le conocíamos y quienes le seguían por las redes sociales sabíamos desde hace ya semanas que su lucha contra el cáncer estaba ya en sus últimas etapas.
Esta lucha venía de lejos: en 2010, cuando por mediación de un amigo común (el siempre recordado Wali Hawes, también víctima del cáncer) nos conocimos en un congreso dedicado a las cocciones de leña en Bröllin (Alemania), a los pocos minutos de empezar a charlar, ya nos estaba contando que le acababan de operar de un tumor y que los médicos estaban asombrados de que hubiera conseguido superarlo. Y no solo lo supero, sino que, desde entonces, Kusakabe comenzó una nueva etapa en su vida, que le llevó a viajar por todo el mundo.
En aquel momento Kusakabe ya era muy conocido en el circuito de las cocciones de leña gracias a la publicación del libro Japanese Wood-Fired Ceramics, escrito junto a Marc Lancet; lo que nadie esperaba es que, unos meses después ocurriera la tragedia de la central nuclear de Fukushima. Cuando esta ocurrió, Kusakabe estaba en uno de sus múltiples viajes y, dado que su casa estaba a pocos kilómetros de la central nuclear, decidió, o se vió obligado a no regresar a su casa, en la localidad de Miharu. Los próximos años serían una sucesión de cursos, residencias y eventos que le llevaron a recorrer el mundo.
Esta nueva etapa para él, ya con más de sesenta años, significó dedicarse a las dos pasiones que le movían: la cerámica en hornos de leña y la amistad. Probablemente son miles de personas las que conoció en estos años, con diferentes motivaciones, edades y orígenes, pero no creo equivocarme si digo que a todas les marcó el intercambio de ideas y sentimientos con Kusakabe.
En todo el mundo, actualmente, hay decenas de sus conocidos “hornos sin humo” funcionando. Kusakabe era, por un lado, muy celoso de sus diseños, siempre tenía nuevos proyectos, pero no adelantaba datos de ellos (hablaba desde hace años de un anagama sin humo, que creo que no llegó a realizar), pero, por otro lado, era muy generoso con aquellos que cocían sus hornos, y siempre estaba dispuesto ir a hacer una cocción para enseñar a los ceramistas a utilizarlos. Incluso en México diseñó un horno y permitió que lo reprodujeran en diferentes localizaciones para su uso por los alfareros tradicionales, lo que supuso una revitalización de la producción de alfarería tradicional cocida en hornos de leña.
Otro rasgo de generosidad era su costumbre de dedicar una tarde en cada curso o evento al que asistía para hacer dibujos personalizados a todos los participantes que se lo pedían, igualmente era habitual que decorara piezas de los participantes con sus pinturas tradicionales japonesas.
Hace apenas unos días escribió en Facebook, en su última comunicación directa: “Mi última carga (de horno) es el 28 de enero y seguramente la ceremonia de encendido del horno será el 29 de enero y la cocción hasta el 1 o 2 de febrero. Estoy nervioso por el día de la descarga del horno. Ahora no tengo fuerza física ni energía, pero con la ayuda de buenos amigos…, el dios del fuego lo celebrará con nosotros con una sonrisa. Voy a hacerlo bien, cuidándome mucho y disfrutando de la cocción de leña.” (Traducción libre de su no menos libre forma de escribir en inglés)
Y eso es la última lección de Kusakabe: hacer lo que nos apasiona, con una sonrisa, al ritmo que podamos (little by little, como solía decir), esta es la única forma en que el ser humano puede vencer las dificultades. Después de años de lucha contra la enfermedad, su final no se puede entender como una derrota, más al contrario: Kusakabe venció al final, no dejando que los problemas le impidieran llevar una vida plena, rodeado de sus amigos y familia, cargando su horno y esperando el resultado con impaciencia. Y seguro que una sonrisa en su cara.
Wladimir Vivas