El pasado mes de octubre tuvo lugar en la localidad segoviana de Fresno de Cantespino la cocción del horno tradicional de la Alfarería Martín, con la participación de más de veinte ceramistas
Recuperando el fuego en Fresno de Cantespino
Wladimir Vivas
Cuando en la alfarería se habla de recuperación, en muchos casos no llegamos más allá de reproducir piezas ya en desuso; sin embargo, la alfarería es algo más que las piezas finales. Para un etnólogo o para un amante de la artesanía, el conjunto de técnicas, materiales, utilidades y procesos puede ser tan importante como las propias piezas realizadas. Y con esta mirada se puede analizar el evento que tuvo lugar el pasado mes de octubre en Fresno de Cantespino (Segovia). Los procesos artesanales se han ido transformando y adoptando soluciones técnicas a medida que estas se iban implantando, y en la alfarería quizá sea el tipo de hornos que se usen, junto a barros y esmaltes, lo que tiene un mayor poder transformador.
En primer lugar, hay que hablar de Juan Carlos Martín, alfarero de Fresno de Cantespino y claro ejemplo de amor al oficio. Cuando, meses atrás, se habló de la posibilidad de hacer una exposición sobre su trabajo (es el único alfarero en activo en la provincia de Segovia), lo primero que pensó es que debía realizar las piezas cociendo un horno de leña. Juan Carlos prepara su propio barro como se viene haciendo desde hace generaciones, extrayendo el material de los “terreros” tradicionales, y qué mejor homenaje que hacer al material, que darle la cocción también tradicional.
Esta cocción le pareció poco menos que una locura cuando se lo propuso su amigo Toño: el horno es demasiado grande para una cocción circunstancial, tiene nada menos que unos 7 u 8 metros cúbicos; sin embargo, no dudaron que, con la ayuda de amigos alfareros y ceramistas podrían conseguirlo. Y, de ser una cuestión técnica con la que se pretendía realizar el material para la exposición de Segovia, se transformó en un evento, un encuentro al que acudirían decenas de personas de diferentes procedencias. Además de la cocción compartida, se buscó que hubiera un vínculo especial entre los trabajos, y la solución vino del mismo Juan Carlos, que enviaría su propio barro al resto de los ceramistas, para que, de algún modo, todos los trabajos fueran “de Fresno de Cantespino”.
El protagonista de este evento fue sin duda el horno. Construido hace 40 años por Juan Carlos Martín, su padre y su hermano, se utilizó durante unos diez años, hasta 1990-1991. Aunque ahora está bajo techo, en su origen se construyó al aire libre, aprovechando un desnivel del terreno, utilizando adobes y solo unos muros de contención en la parte baja. Desgraciadamente las exigencias del mercado, que demandaba cada vez menos piezas tradicionales, hizo que se dejara de usar, sustituyéndolo por hornos de gas.
Además de las piezas de Juan Carlos Martín, el horno se llenó con obras de 21 ceramistas, “Ha sido muy especial la forma en que la gente se ha volcado, eso ha sido casi lo mejor de todo esto”, en palabras de Juan Carlos. Estos ceramistas fueron Toño Naharro, Iñigo Dueñas, Mari Carmen Pascual, Rafaela Pareja, Alvar Haro, Avelino Carrasco, Ana Nance, Oscar Cenzano, Pepa Jordana, Javier Ramos, Henar Herrero y Enrique Elizaga, Yawdat Habíb, Laura Miner y Lander Rekakoetxea, Víctor Redondo, Luciano Ceinos, Oscar Dueñas, Bibiana Martínez, Remei Gonzalez, Mercedes Vergara y Xavier Montsalvatje.
Aunque no todos ellos pudieron asistir a la cocción, en muchos casos sería la primera oportunidad de ver el efecto de un horno de leña en su trabajo, este puede ser otro de los efectos, quizá secundario, de este evento, y es que las cocciones de leña son hoy en día una rareza. En este sentido, sería bueno que tuviera continuidad en el futuro. El propio Juan Carlos nos comenta que, dadas las peculiaridades de este tipo de cocciones, los resultados mejorarían si se pudieran hacer más hornadas, ya que la forma de cargar es vital para el funcionamiento del horno y hay que tener la experiencia para tomar decisiones, especialmente si hay multitud de formas diferentes.
Hacía unos treinta años que no se usaba el horno y, a pesar de eso, comenta Juan Carlos que “no sacamos una cocción, digamos, muy exacta, pero salieron cosas muy bonitas”. Pero los que allí estuvimos “sacamos” algo más importante que unas piezas: se pudo vivir la emoción, ver a personas de Fresno de Cantespino que no recordaban una cocción así, y cómo no destacarlo, conocer al otro protagonista de la cocción: Don Sebastián Martín (92 años), alfarero, constructor del horno y padre de Juan Carlos, que durante las 8 horas de cocción no se alejó del horno; que orientaba y, en ocasiones, regañaba a los “fogoneros”. Con las piezas ya fuera del horno podías ver a Sebastián golpeando levemente los cántaros o los pucheros con su bastón, comentando que “estas han quedado muy oscuras” o que “esas otras valen”. “Fue todo un regalo para mi padre, que estuvo toda la cocción al pie del cañón”, diría Juan Carlos. Ya sería suficiente razón para hacer este esfuerzo, digo yo.
Pero es que también las charlas que se dieron, la visita a las “terreras locales” y la presentación de Bibiana Martínez, con el título de “tinajAR”, dedicada a la “realidad aumentada” aplicada a la alfarería y la cerámica, fueron atractivos extra para los participantes.
El epílogo necesario de este evento será la exposición, comisariada por Enrique Martínez Glera, que se podrá ver el mes que viene en el Museo de Segovia, que reunirá piezas antiguas de la alfarería segoviana, piezas de Juan Carlos Martín, cocidas en esta hornada y las obras de los ceramistas participantes en la cocción.
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