La bodega.hotel FyA en Navarrete,La Rioja, mantiene en sus instalaciones una exposición de alfarería tradicional riojana, en la que tiene un lugar destacado las piezas relacionadas con la producción, el comercio y el consumo del vino
Antes que el hombre, bebe el barro
Enrique Martínez Glera
En este espacio, que celebraríamos llegase a ser un centro de estudio e investigación de referencia sobre cerámica, veremos los usos a los que la alfarería se destina, prácticamente, todos los de la vida del hombre. Se trata de una colección específica de piezas producidas en La Rioja, lo que no significa que no hayamos recibido influencias de otras regiones. Dicen que somos “tierra de paso”; más bien pienso que somos “tierra para vivir”. Así que, si quieren entender lo que aquí se guarda, tendrán que venir muchas veces o, mejor aún, quedarse. Sin duda, la relajante naturaleza que nos rodea hará posible que tengamos el ánimo predispuesto a entender lo que iremos contando. Y, como decimos en el encabezado, «antes que el hombre, bebe el barro». Si quieren saber por qué, sígannos.
Comencemos con los conceptos de forma y función y, más en concreto, con las medidas y cómo utilizarlas en el mundo del vino.
Fue durante la Edad Media cuando se produjo la regulación de la medida de vino, tomando carta de naturaleza la cántara. Así, en 1347, se dictó una ley sobre la “igualdad de pesos y medidas en todos los pueblos” y una de sus disposiciones decía: «Que el pan y el vino y las otras cosas que se suelen medir, que se midan y vendan por la medida toledana que es en la fanega doce celemines y en la cántara ocho azumbres…». Las sucesivas pragmáticas de Enrique II (Toro, 1369 y Burgos, 1373), de Juan II (Toledo, 1436), de Enrique IV (Madrigal, 1462) y de los Reyes Católicos (Tortosa, 1496) ponen de manifiesto el gran desorden que existía en nuestros reinos en cuanto a la diversidad de medidas de pan y vino y la variación de su valor de unas tierras a otras, llegando incluso a darse la circunstancia de que en un mismo lugar se empleara una medida para comprar y otra para vender. Todo ello se intentó corregir, con mayor o menor fortuna, y en 1801 Carlos IV ordenó nuevamente que se igualasen los pesos y medidas para todo el reino. En 1852, por Real Orden de 9 de diciembre, se impuso el sistema métrico decimal.
Dentro de esa variedad de valores, en La Rioja la medida base será la cántara o karapito, así llamada en la Edad Media. Desde 1032, las referencias en documentos son numerosas y la palabra carabito –o similares– se va perdiendo en favor de cántara, cuya aparición escrita data de 1289.
Como hemos dicho, hasta la implantación del sistema métrico decimal, la gama de medidas en España era de una gran peculiaridad y extensión. Medidas que, a pesar de todo, no dejaron de usarse hasta hace bien poco tiempo y aún hoy, ya transformadas, se siguen utilizando. Algunos de esos nombres quedaron grabados a fuego en el conocimiento del hombre del campo y del vino y siguen estando presentes y vigentes: cántara, cuartilla, azumbre, cuartillo, cuarterón (copa o cortadillo).
No buscamos hacer un tratado de medidas de capacidad, tan solo poner algunos ejemplos de cómo se manejaban en este tema nuestros mayores. Un homenaje debido. En realidad, lo que ha variado es la proporción –la base será el número diez y no el doce–, porque, por lo demás, hasta en el concepto de salud no hemos cambiado tanto, véase si no lo que decían y procuraban practicar desde bien antiguo: «beber en medida, alarga la vida».
Lo importante es que estos objetos nos llevan a la unión indisoluble de la producción material y la cultura espiritual entre el hombre, la tierra y el vino.
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