El catalogo de la exposición “Hamada & Artigas. Los colores del fuego” ofrece no solo la información concreta sobre la muestra, sino que se convierte en imprescindible para conocer la influencia de la cerámica japonesa en Europa durante el pasado siglo
En esta ocasión, en lugar de hacer un comentario personal sobre el contenido del libro, ofrecemos el prologo escrito por el comisario de la exposición, Ricard Bru i Turull, de la Universidad Autónoma de Barcelona, en el que se puede ver la profundidad del estudio. Sin duda es este uno de los títulos del año en el ámbito de la cerámica
PROLOGO
Por Ricard Bru
El catálogo que tienen en sus manos, pensado para acompañar y profundizar en los contenidos de la exposición homónima Hamada & Artigas. Los colores del fuego, celebrada en el Museu Nacional d’Art de Catalunya y organizada en colaboración con la Fundació J. Llorens Artigas, presenta una historia singular y poco conocida; una historia de amistades y de admiración compartida en el seno de una época marcada por atracciones y recelos mutuos entre Japón y Occidente. Como tantos otros territorios, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, Cataluña ha vivido la experiencia de la fascinación por Japón y sus artes con efectos multicolores, de tal manera que si a finales del siglo xx y en el cambio al siglo xx muchos artistas se habían visto seducidos por las estampas xilográficas y el imaginario de Madama Butterfly, entre 1920 y 1930 resurgió con fuerza el interés por la cultura y las artes japonesas dando voz a prácticas que enriquecieron el panorama artístico local. Los haiku, la laca urushi, la jardinería, el diseño o bien la cerámica son un ejemplo de la búsqueda de caminos nuevos, de interacciones y de viajes introspectivos, de exploración y de experimentación, que no cesaron ni con la Primera ni con la Segunda Guerra Mundial. Al contrario, fue el paso previo de los contactos vividos durante los años de la posguerra y en pleno franquismo, una etapa todavía hoy no suficientemente estudiada pero muy interesante. Esta exposición pone el foco precisamente en un aspecto concreto de las relaciones artísticas con Japón como es el de los contactos de varios artistas catalanes con el movimiento de recuperación del arte popular japonés, llamado mingei undo, y los frutos que estos vínculos llegaron a generar hacia mediados del siglo xx. Unas relaciones que, en la exposición y en el catálogo giran alrededor de dos figuras centrales, Hamada Shoji y Josep Llorens Artigas, dos nombres capitales de la tradición cerámica japonesa y catalana del siglo xx. Será a través de Hamada y de Artigas que el visitante y el lector podrán descubrir una historia compleja en la que toman protagonismo tanto el descubrimiento del arte popular como la actividad de otros nombres relevantes del panorama artístico catalán, como Eudald Serra, Joan Gardy Artigas y Joan Miró. Así, si bien el núcleo central de la exposición gira en torno a la cerámica, no deja al margen otras formas artísticas; muy al contrario, intenta integrarSatō Haruji, Kokeshi, c. 1940. Colección família Gomis Müller.
las alrededor de la expresión artística popular. Josep Llorens Artigas, que tanto Picasso como Miró consideraban como uno de los principales ceramistas de su tiempo, y Hamada Shōji, declarado Tesoro Nacional Viviente en Japón en 1955, son artistas que confluyeron en un mismo movimiento y tuvieron la ocasión de compartir experiencias, incluso una forma relativamente similar de entender la creación artística, la belleza y la cerámica. De esta manera, así como los ideales del movimiento mingei se manifestaron de una forma especialmente original y diversa a través de la cerámica, la investigación que nos ha conducido hasta la celebración de la exposición y la publicación del consiguiente catálogo ha sido un camino de descubrimiento que pone de manifiesto hasta qué punto tradiciones y prácticas locales pueden convertirse en universales. Artigas y Hamada, nacidos el primero en Barcelona en 1892 y el segundo en Tokio dos años más tarde, coincidieron en un tiempo de profundas transformaciones y, como ceramistas, se opusieron a una producción cerámica industrial que amenazaba la calidad estética y artística de las prácticas y las formas artesanales. Tanto a Artigas como a Hamada, como también a los miembros fundadores del movimiento mingei, les preocupaba la progresiva pérdida de una práctica artesanal anónima forjada con los valores estéticos de la tradición. Los dos coincidieron por primera vez en Inglaterra en 1952 y se volvieron a encontrar en múltiples ocasiones durante la década siguiente, tanto en Gallifa como en Tokio y en Mashiko en unos encuentros en los que Joan Gardy Artigas, hijo de Llorens Artigas, también jugó un papel central. De esta manera, entre el año 1950, fecha de la celebración en Barcelona de una de las primeras exposiciones de arte popular japonés de Europa, y la década de 1970, cuando por motivos de salud Llorens Artigas dejó definitivamente en manos de su hijo los hornos de Gallifa, Cataluña vio nacer una atracción sincera y fructífera por la cerámica japonesa y por el movimiento de preservación de la tradición artística popular japonesa. Hablamos de una historia en la que, además, destacó una tercera figura que a menudo se convirtió en un eslabón indispensable en las relaciones artísticas con Japón: el escultor Eudald Serra, compañero y amigo de Artigas y de Hamada. Figuras como Serra, así como Cels Gomis o Joan Miró, junto a iniciativas como las cerámicas AR-SE, las campañas del Museo Etnológico de Barcelona o, incluso, el coleccionismo de arte popular de la Península por parte de Hamada y de su entorno cercano, hacen que aproximarse a los vínculos de Cataluña con la cerámica japonesa, con Hamada y Artigas como epicentro, sea una tarea que es necesario tratar desde varios puntos de vista para ir más allá, a menudo, de la propia vida y obra de los dos ceramistas. Las cerámicas de Hamada y las de Artigas son, a primer golpe de vista, muy diferentes entre sí. Hamada trabajaba y modelaba las piezas utilizando un torno de mano, a menudo repetía formas y motivos, especialmente el diseño de cañas de azúcar de Okinawa, utilizaba un número reducido de esmaltes extraídos del entorno natural cercano, que producía en grandes cantidades, y no firmaba las obras, dado que no podía haber mejor firma que la propia obra, decía él. En el fondo, entendía que sus cerámicas eran fruto tanto de su mano como de la intervención de la naturaleza, del fuego y de la tierra, y contenían, también, el poso cultural de una tradición anónima y artesanal compartida y respetada: «es un alfarero que ha heredado la esencia del arte de su país, que necesitó diez años para aprender la técnica y veinte para olvidarla», explicaba Llorens Artigas después de visitarlo en el taller de Mashiko en 1962. Artigas, en cambio, firmaba las cerámicas, a veces incluso las bautizaba con nombres poéticos y sugerentes, a la vez que las formas y los colores siempre eran diferentes y originales. Llegó a producir más de 3.000 fórmulas de esmaltes cerámicos para no repetir nunca una misma pieza ni un mismo color con la voluntad y la conciencia de estar haciendo obras de arte únicas, irrepetibles: «La forma es el soporte del esmalte, y es en el esmalte donde cifro toda mi capacidad creativa.» Artigas creaba con la conciencia de realizar obras de arte, mientras que, en cambio, a Hamada no le gustaba que le definieran como artista, sino que prefería ser considerado un artesano que producía shinamono, productos de uso cotidiano que participaban de la vida. Asimismo, los dos coincidían al buscar el sentido innato de la belleza y al atribuir a una tradición ancestral y a las intuiciones el origen de sus obras, obras esmaltadas y policromadas con los colores del fuego, del humo y de la ceniza, y de un equilibrio armónico simple y depurado fruto de una mentalidad estética propia del siglo xx. No en vano, Artigas siempre subrayó su máximo respecto por los modelos orientales, la obra de Hamada Shōji y de Bernard Leach en particular, como referentes indispensables, aunque al mismo tiempo no dejó de destacar la necesidad de preservar el espíritu de la tradición propia. Por su parte, la vida y la obra de Hamada también estuvieron profundamente marcadas por sus contactos con Occidente. La exposición, por lo tanto, más que querer justificar influencias, habla de interacciones y de contactos y pretende poner en común una historia de afinidades entre artistas de una honestidad radical. Dos creadores que, desnudos de artificio y sofisticaciones, buscaron una belleza pura a la vez que popular. El resultado fue, en ambos casos, una obra cerámica de extraordinario valor cultural y artístico que se inscribe en una historia de respeto y de admiración compartida.
Información:
Hamada & Artigas. Los colores del fuego
Ricardo Bru, con colaboraciones de Furuya Mayumi, Hamada Takuji, Matsuda Kenji
Versiones en castellano, catalán e inglés.
300 páginas. 21,7 × 31,5 cm.
Encuadernado en cartoné
Precio: 40 Euros
Edición Museu Nacional d’Art de Catalunya
ISBN: 978-84-8043-367-9
Contenido:
Prólogo. RICARD BRU
El descubrimiento de la cerámica japonesa en Catalunya. RICARD BRU
Josep Llorens Artigas y la cerámica de Oriente. RICARD BRU
¿Qué es el movimiento mingei? Mingei a través de su gente. FURUYA MAYUMI
Hamada Shōji. Biografía y obras. HAMADA TAKUJI
Los primeros contactos catalanes con el movimiento mingei: Eudald Serra y Cels Gomis (1935-1948). RICARD BRU
El ceramista Eudald Serra en Japón. RICARD BRU
La exposición de arte popular japonés de 1950 en Barcelona. RICARD BRU
El verano de 1952 en Dartington Hall, el encuentro de Llorens Artiga. RICARD BRU
AR-SE: la colaboración artística de Llorens Artigas y Eudald Serra. RICARD BRU
La tierra exige tierra: los Artigas en Japón y Hamada en Catalunya. RICARD BRU
Miró y el arte popular de Japón. RICARD BRU
La belleza del azar: Artigas, Miró y la cerámica japonesa. RICARD BRU
El movimiento mingei y la artesanía de España. MATSUDA KENJI
La pervivencia del arte popular japonés en Cataluña. RICARD BRU
Más allá de Llorens Artigas. RICARD BRU
Bibliografía
Contacto:
Museu Nacional d’Art de Catalunya
Palau Nacional, Parc de Montjuïc
Barcelona
Tel. 93 622 03 60
Página web: www.museunacional.cat