Estrenar un nuevo horno siempre es excitante, puedes sentir, una vez más, la emoción de las primeras veces; es posible que más adelante la comunión sea total pero todavía hay muchos secretos que descubrir
“Presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad”
Wladimir Vivas
Y sí, estoy hablando de hornos de cerámica, aunque, por qué no decirlo, la sensación es similar a otros inicios de relacion. También hay que asumir la inexperiencia de los primeros encuentros, extasiarse con las sorpresas y dejar que los sentimientos y la intuición tomen en ocasiones el mando.
Esto, si hablamos de un horno eléctrico puede parecer una exageración, y quizá lo sea. Si el nuevo horno es de gas, habrá necesidad de experimentar más hasta conocerlo. Pero si el horno es de leña y, más aún si es un diseño no probado antes, la sensación de estar iniciando una aventura se mezcla con el nerviosismo: ¿funcionará?, ¿alcanzará la temperatura deseada? ¿igualará la temperatura en todo el horno? ¿será docil o ingobernable? ¿consumira mucho o poco?
El momento de dar respuesta a esas preguntas generalmente suele ser el final de un largo viaje, de mucho trabajo e ilusiones. En este caso, cuando empecé, hace más de un año, a pensar en construir un horno anagama, tenía muy presente que el diseño tradicional de este tipo de hornos no sería muy práctico para mí. Al construir un horno anagama tienes dos posibilidades: o lo haces lo suficientemente grande como para meterte dentro con comodidad para cargar y descargar o, si decides hacerlo más pequeño, te puedes encontrar con que esa carga y descarga sea extremadamente incómoda.
Para mí, un horno grande, de más de un metro cúbico, resultaría poco práctico, por lo que debía tratar de encontrar un diseño más pequeño y cómodo. Mi solución ha sido hacer un horno, de tipo anagama, pero muy estrecho y largo, y que me ofrezca la posibilidad de quitar la”tapa” superior para cargar y descargar más facilmente. Para llegar a esta conclusión hubo un hecho decisivo: que ya contaba con placas de refractario que me servirían de tapa extraible del horno. Si no las hubiera tenido quizá el diseño habría sido otro. Pero es que esta es otra de las claves cuando diseñas hornos de este tipo: tratar de aprovechar los materiales a los que tienes acceso, ya sea de segunda mano o restos de otros hornos.
Diseñar un horno de leña no suele hacerse con cálculos de ingeniería, normalmente nos basamos en la experiencia y en la lógica, las proporciones deben tener sentido y, si es posible, hay que montar el horno en “modo prueba”, de tal forma que si no funciona correctamente puedas hacer las correcciones precisas. Este horno todavía lo considero en pruebas (si os fijais en la foto veréis que no tiene todavía una armadura de hierro, de hecho, no hay ni un solo ladrillo pegado con cemento).
Sin embargo, en las tres cocciones que hemos hecho los resultados han sido cada vez mejores, no hay problema en alcanzar los 1.300 °C y la temperatura está igualada en los tres metros de longitud del horno, también se puede observar que, debido a la forma, tan estrecha y larga, la ceniza viaja sin problemas desde la cámara de combustión hasta todos los rincones del horno. También otros detalles más técnicos y sin duda importantes: es fácil controlar la atmósfera, modulando la reducción como necesitemos, no es demasiado humeante y, si es necesario, se puede mantener la temperatura durante horas, con un mínimo gasto de combustible.
Ha llegado pues el momento de hacer la versión definitiva. Después habrá todavía un periodo en el que aprender los secretos del horno. Pero sin duda es un gran comienzo ver que todo, o casi todo, funciona como debe.
Es ahora cuando se puede empezar a pensar que este es el comienzo de una larga amistad.
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Wladimir Vivas
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