El pasado sábado, 22 de mayo, falleció a los 96 años el conocido ceramista catalán Jordi Aguadé, quizá el último de una generación que revolucionó la cerámica artistica en Europa
Con el fallecimiento de Jordi Aguadé se puede decir que concluye una parte de la historia de la cerámica catalana. Aguadé era el último de los grandes maestros que vivieron los tiempos en que las influencias daban forma a una nueva forma de entender la cerámica artística, que partía del Noucentisme para superarlo en muchos aspectos, especialmente en la libertad como esencia de la obra artística.
Desde sus comienzos, cuando siendo casi un adolescente trabajó con Artigas durante sus colaboraciones con Joan Miró, hasta sus actividades en el diseño y realización de vajillas para restaurantes, Aguadé fue acaparando un bagaje cultural que le define como parte de la historia de la cerámica.
En su obra al torno, quizá la más personal de su producción, encontramos la preocupación técnica por los esmaltes, de una calidad y belleza que nos remiten a los de su maestro Artigas, pero también podemos percibir el eco del diseño escándinavo.
Jordi Aguadé participó en el grupo “La Cantonada”, de 1960 a 1975, y siempre fue consecuente con los dictados que dicho colectivo hizo sobre la artesanía , el arte y el diseño, por lo que, además de realizar una obra personal, creo también una empresa que comercializaba sus diseños funcionales. Uno de los últimos y más importantes encargos que recibió fue la realización de 19 grandes piezas, de 3 metros de alto, con destino a la nave central del templo de la Sagrada Familia.
Aguadé recibió en 2015 la Creu de Sant Jordi, un merecido reconocimiento a su carrera.
Foto: Archivo Infocerámica. Ofrecidas por el artista con motivo de la publicación de una foto de la obra de Jordi Aguadé en el calendarío Infocerámica en 2016.