Esther Shimazu (Hawái, 1957). “Monkey on the Back of Tiger”, 2011. Gres, porcelana, esmaltes. (Compra, 2013 – Inv. AR 2013-159.)
Hasta el 13 de junio de 2021 se muestra una vitrina con una selección de la colección de cerámica del Museo Ariana, de Ginebra, en torno al tema de los significados de las máscaras
“¿Todos enmascarados?”
¡En un momento en el cual llevar máscara es obligatorio en varios lugares, el pueblo suizo acaba de votar a favor de la prohibición de ocultarse el rostro en el espacio público! Situación inimaginable apenas un año atrás, la máscara se ha infiltrado totalmente en nuestra cotidianidad. El Museo Ariana conserva en su colección varias obras que interrogan nuestra relación a este accesorio, tan tranquilizador para algunos, terriblemente angustiante para otros….
En esta atmosfera anormal, que modifica profundamente las interacciones sociales, algunas personas escogen máscaras de colores, con motivos o mensajes impresos: ¿salvarán así su singularidad frente a los ejércitos de máscaras azules, uniformizadas y anónimas? Protector, festivo o ritual, este objeto, que oculta parcial o integralmente la cara, hace parte de la cultura popular: del teatro griego antiguo a la comedia dell’arte (n°5); de las tribus animistas al carnaval de Venecia; de las momias egipcias a las máscaras mortuorias; de los guerreros samuráis a los luchadores mexicanos; de los superhéroes a los Anonymous; del KKK hasta el cuerpo médico.
Algunos individuos se vuelven irreconocibles, porque es sobre todo el rostro lo que nos permite reconocer al otro. El gran busto desnudo de Batman con máscara zoomorfa de Anna Malicka-Zamorska (Polonia, 1942) tiene una expresión dulce y benevolente (n°1). El “Caballero negro” lleva en sus anchos hombros un topo, alegoría de su identidad secreta y de una justicia ciega. Las esculturas de esta ceramista polaca vacilan entre lo grotesco y lo fantástico, mezclando animales y humanos en un universo feérico y poético.
La máscara incita a la trasgresión y desinhibe nuestra relación con los demás, disminuyendo la vergüenza o el pudor. Revela la parte animal de esta mujer-felina desnuda de formas voluptuosas (n°2). Ella encarna al tigre, enseñando sus dientes en una actitud a la vez feroz y cómica. Junto con el mono sentado en su espalda, dos de los doce animales de la astrología china están personificados aquí. La ceramista Esther Shimazu (Hawái, 1957) se inspira en tradiciones chamánicas y asiáticas. Se cree que algunas máscaras rituales tienen el poder de abrir una brecha mágica entre el mundo terrestre y el de los espíritus durante danzas y trances, despertando fuerzas sagradas invisibles.
Totalmente irreverente, el Cristo con cabeza de hipopótamo de Christine Aschwanden (Suiza, 1976) desacraliza y libera (n° 4). Con su serie Nippes (“baratijas”), la artista metamorfosea figurinas de segunda mano en porcelana. Les pone máscaras zoomorfas, les añade masas amorfas o detalles dorados, multiplicando las cocciones. Aschwanden las desnaturaliza y se las reapropia, creando nuevos personajes, que uno imagina protagonistas de historias, a veces de pesadillas, pero siempre con un toque de humor.
La máscara constriñe la voz y sufoca la respiración. Esa “falsa cara” impide el acceso al verdadero rostro, yugulando las expresiones y las emociones. Se instaura una distancia entre los individuos o eleva una barrera entre el mundo exterior e interior. Es el caso de las pequeñas cabezas blancas momificadas o amordazadas (n°3) fruto de la imaginación torturada de Carmen Dionyse (Bélgica, 1921-2013). Estos seres perturbadores y misteriosos, privados de orejas, de boca, de nariz e incluso a veces de ojos, se mantienen completamente recluidos en su espiritualidad, voluntariamente o forzados, e invitan a la introspección.
Detrás de una máscara inquietante de color rosa pastel, se esconde un rostro angelical (n° 6). Nuria Torres Domínguez (España, 1976) creó una serie de bustos de niños enmascarados, con accesorios intercambiables, los cuales modifican profundamente la expresión de sus rostros y su percepción. La artista se inspira en la escultura clásica, para reinterpretarla en porcelana o en mármol. Copió un famoso busto de Jean-Antoine Houdon (1741- 1828), que representa a Louise Brongniart (1772-1845), hija del arquitecto francés Alexandre-Théodore Brongniart (1739-1813). Entre juegos de niños inocentes o alienantes, su joven “Louise”, graciosa o perturbadora, no deja indiferente.
Símbolo de sumisión o de poder, objeto contestatario o de coalición, accesorio de pompa o de divertimiento, la máscara nos confronta a nosotros mismos, despierta nuestros miedos, estimula nuestra imaginación… ¿Y usted, cuál se pondría?
Ana Quintero Pérez, colaboradora científica en el Museo Ariana, Ginebra, Suiza, abril 2021
Este artículo ha sido realizado gracias a la colaboración del Museo Ariana, Ginebra (Suiza).
Fotos: © Musée Ariana, Genève. Foto: Boris Dunand
Mensaje de Wladimir Vivas:
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Wladimir Vivas
Director de Infocerámica