Recibimos la noticia del fallecimiento de uno de los más importantes e influyentes ceramistas japoneses de los últimos cincuenta años
Koie nació, vivió y trabajó durante toda su vida en la ciudad de Tokoname, uno de los más importantes centros cerámicos de Japón.
Aunque en ocasiones en Occidente se tiende a pensar en la cerámica japonesa como anclada en la tradición, realmente en el último siglo la renovación ha sido constante, quizá esta idea equivocada viene del hecho de que en la artesanía y el arte japonés no se considera la ruptura como un valor en sí mismo, sino que se plantea esa renovación desde el respeto a lo que la tradición puede aportar a la obra contemporánea. La obra en cerámica de Ryoie Koie se puede entender desde esos parámetros: es profundamente renovadora pero enlaza directamente con la tradición.
Koie comenzó a trabajar en cerámica desde joven, algo que debió ser habitual en una ciudad como Tokoname, donde la industria cerámica se desarrolló hasta ser la más importante de Japón. Esta industria hizo de esta preciosa ciudad un lugar insalubre para vivir, debido a las decenas de gigantescos hornos que todavía hoy en día se pueden ver por doquier. Sin embargo, junto a la industria perduraron los talleres de los ceramistas que continuaron la tradición.
En este ambiente creció Koie como artista, y se hizo evidente en sus obras de juventud, cercanas al Land Art, en las que utilizó la tierra cociendola en polvo, sin conformar, para expresar su preocupación por el medio ambiente, en ocasiones contando con la naturaleza como elemento que modifica, degrada y, eventualmente, destruye la obra.
Esta relación con la naturaleza es una constante en el arte japonés, y es también uno de los elementos que definen la obra de Koie. No es la representación de la naturaleza en sí misma, sino la forma en que se concibe la propia creación: Koie no piensa sus obras, simplemente las realiza de forma “natural”. Es esta espontaneidad lo que caracteriza su trabajo, y lo que hace que sus cerámicas, desde sus esculturas monumentales hasta sus pequeños cuencos realizados al torno, sean irrepetibles y personales.
Esta característica es lo que podemos entender como profundamente renovador en su obra: ya que, sin abandonar la tradición, fue uno de los primeros en trabajar lo que en Occidente denominaríamos “pieza única”.
Koie era muy conocido y popular en los ambientes cerámicos de todo el mundo, ya que viajó durante años haciendo clases magistrales y cursos, como el encuentro realizado en Olot (Girona) en 1986, titulado Estiu Japó. En ocasiones, si tenía que preparar una exposición en Europa, prefería venir a trabajar durante unas semanas y preparar las obras con materiales locales, trabajando en talleres de amigos.
En estos innumerables contactos con ceramistas de todo el mundo era proverbial su carácter abierto, su generosidad con los ceramistas que pasaban por su taller a trabajar durante temporadas, su afición a la bebida (él mismo reconoció en alguna ocasión que bebía mucho mientras trabajaba) y su eterno cigarrillo en la mano.
En los últimos años tuvo serios problemas de salud que le obligaron a dejar de trabajar e incluso le impedían comunicarse con normalidad. Así le conocimos un grupo de ceramistas de paso por Tokoname; ya no recibía visitas, pero finalmente, cuando se enteró de que veníamos de España, hizo un esfuerzo y pudimos conocerle y poder así decir, de primera mano, que era todo un señor.
Uno de los últimos grandes señores de la cerámica japonesa.
Fotos: Archivo Infocerámica. Procedentes de diversas fuentes: Erkine, Hall & Coe, Michael Harvey y Museu de la Garrotxa