El pasado 17 de enero se pudo ver, en el Teatre Agrícola, de Alboraia, Valencia, el preestreno de la película documental «Enric Mestre. L’empremta del paisatge», que pronto se convirtió en un homenaje al protagonista
“Enric Mestre: La huella del paisaje”
Wladimir Vivas
Enric Mestre es quizá uno de los pocos grandes maestros de la cerámica contemporánea en España al que se le puede aplicar la expresión “haber creado escuela”. Su doble dedicación, por un lado a la docencia y, por otro, a la creación, hacen que su legado sea también doble: varias generaciones de ceramistas, especialmente de Valencia, donde ejerció como profesor durante años, aprendieron del maestro no solo las herramientas técnicas que dotan a un ceramista de la libertad de manipulación del material en función de la necesidad creativa, sino, más importante aún, la capacidad de trabajo y de compromiso, casi diríamos de sacrificio, con que un artista debe acometer, de forma decidida y tenaz, la tarea en el taller o el estudio.
La otra parte de su legado es su propia obra, la que esta película retrata abarrotando estanterias, mesas, apareciendo por doquier en el espacio en el que vemos a Mestre moviendose, enseñando sus esculturas, sus pinturas, dibujos y libros; explicando y compartiendo meditaciones sobre obras en proceso de creación, o comentando resultados en piezas ya viejas, de épocas que quedaron atrás pero que él sigue teniendo presente. Ese legado que es ya parte de la historia de la cerámica.
En esta película documental podemos ver a Mestre hablar, contar mucho sobre su trayectoria, que sirve para trazar al tiempo una historia de la cerámica del último medio siglo. Cada poco vuelve a aparecer el docente, el maestro. Pero también el cerámista, el trabajador que acude cada día al taller.
Porque Enric Mestre no parece confiar mucho en la inspiración o en su genio; confía en el trabajo, en el desarrollo laborioso de sus ideas en las decenas de carpetas de bocetos que atesora. (Excepto una que le fue robada por alguien de visita en su taller, alguien que, como él mismo dice, le arrebató parte de si mismo. Así de importantes las considera porque, si son importantes las obras terminadas para quienes las admiramos, ¿cómo no va a considerar importante el propio autor la idea primigenia de la que surgieron esas obras?)
La presentación de la película se desarrolló con el público abarrotando el Teatro Agrícola de Alboraia, la ciudad natal de Enric Mestre. Como es lógico, acudieron a acompañar al maestro muchos de sus antiguos alumnos, pero también amigos y paisanos de toda condición. Después de ver la película (espléndida, sentida, evocadora, informativa…, o simplemente, bonita) se celebró, y no es un verbo elegido al azar: lo digo con todo su significado. Se celebró, repito, una mesa redonda que devino, como no podía ser de otra forma, en homenaje al maestro. Participaron Carlos García Aranda, productor de la película junto a Mélany Pérez, que resaltó que la más importante “empremta” es la que Mestre ha dejado en sus alumnos. A continuación contamos con el verbo fluido y pasional de uno de los máximos expertos en la obra de Mestre, el crítico de arte Román de la Calle, que habló del valor de la pedagogía activa que cultivó el maestro. Rafaela Pareja, cerámista y directora conjunta, se centró también en explicar el proyecto en el que encuadra esta película, “La Vasija Producciones” trabaja en la realización de varios documentales sobre personas clave en la cerámica contemporánea en España. Los últimos participantes fueron Luis Héctor Pardo e Ismael López, codirectores de «Enric Mestre. L’empremta del paisatge» que destacaron que los pequeños detalles fueron creando el camino estético de la película, y que es necesaria esta labor para visualizar la cultura valenciana y española.
En la película aparecen varios alumnos, ceramistas valencianos y amigos de Enrique Mestre. Hay que descatar especialmente la presencia de Juan Ortí, discípulo, más que alumno; amigo y compañero de faena, quien, aunque con su mirada artística propia, hace honor a la “sombra” del maestro. “Es como un padre”, dirá en un momento de la película.
Una gran película, con tantas cosas que contar, tantas reflexiones sobre la cerámica y el arte, tantos comentarios sabios y, como no, anécdotas de toda una vida dedicada al arte y la docencia; una película que habrá que ver más de una vez. De momento, nos quedamos con esas imágenes en las que la sombra (“l’empremta”) del maestro juega con los marcados surcos de la huerta, de esa horta d’Alboraia que vió crecer a Enric Mestre, esa huerta que vemos reflejada en su obra, en sus ceramicas, en su pintura y, casi diríamos, en su personalidad.
Pero, ¿acaso nos hemos olvidado de la participación del maestro en esta presentación? Enric Mestre agradeció la participación de todos los presentes, la realización de la película y el cariño mostrado, pero no pudo decir mucho más, la emoción era mucha y, en momentos como estos, el silencio puede ser muy elocuente.
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Wladimir Vivas
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