Con motivo de la exposición que se puede visitar hasta el 11 de enero de 2020 en la madrileña galería Ivorypress, tuvimos la oportunidad de charlar con el artista chileno Fernando Casasempere, que nos habla de la obra presentada en esta muestra y mucho más
Fernando Casasempere. Geologies
Entrevista por Wladimir Vivas
“Esta exposición tiene que ver con la geología, con la magia de nuestro planeta, qué son los materiales, que nosotros como ceramistas conocemos”
Unas horas antes de la inauguración nos encontramos con Fernando Casasempere en la sala de exposiciones Ivoypress, en Madrid. Esta es la primera exposición que el artista hace en esta galería, que, poco a poco, va programando grandes nombres de la cerámica contemporánea internacional. Fernando aparece puntual y, con su característico acento chileno, suave pero apasionado cuando habla de cerámica, de arte y de su Chile natal, nos habla de su trayectoria y de sus inquietudes y retos como ceramista.
Me gustaría saber tu opinión sobre algo que siempre me ha parecido muy presente en tu obra: la identidad.
La primera experiencia la tuve cuando vine a estudiar a España, a Barcelona; se te aparece tu país, allá, y acá nunca más eres Fernando Casasempere, eres “chileno”, eres de alguna parte, te lo preguntan, te lo hacen ver, por el acento; y por supuesto, tomas una conciencia, también por eso elegí la cerámica. La identidad, en el buen sentido de la palabra, te enraíza, te hace caminar desde tu yo, por decirlo de alguna manera.
Dices que por eso elegiste la cerámica.
Si, por la identidad precolombina, lo he dicho mucho: yo puedo admirar el marmol blanco, pero yo no tengo nada que ver con el marmol blanco; las verdaderas joyas que he tenido la oportunidad de ver son prehispánicas. Si tenemos que hablar de originales de cada continente, si aquí vas al Museo Arqueológico y ves los Neandertales, bueno, es como se va construyendo la identidad. Esa identidad que nosotros la tenemos poco estudiada y poco reconocida es la que a mí me interesa, creo que es la que le va a interesar a un europeo o a un asiático ver en el trabajo de un artista, y en eso me he reafirmado.
Quizá tiene que ver también con la identidad de la cerámica en si misma, lo que hace que se diferencie, diría que conceptualmente, de otros materiales. En algunas de tus obras se observa la herencia de lo que en ocasiones se denomina el “concepto vasija”.
Si, por supuesto, yo me enfrento a eso, digamos, de pié y sacándome el sombrero ante el “vessel” y ante lo utilitario, porque así nace nuestro material, que una de las noblezas que tiene es que separó el alimento del suelo y nos hizó comer más limpio, con lo que probablemente la especie se desarrolló mejor. Yo he tratado de tocar todos los temas; si te fijas, yo también tengo “vesels”, porque creo que es como para un pintor hacer acuarelas, es casi un deber. Tiene que ver con la identidad, si tú no te identificas eso queda cojo. Yo me identifico con un material que también es utilitario, por lo tanto yo lo puedo tocar, y espero que juzguen la obra según su calidad, no según lo que es. Esa es mi postura.
¿Crees que eso es así ya en el mundo del arte? ¿O quizá deberíamos decir en el mundo del mercado del arte?
No, yo creo que no. Todavía pesa la palabra “cerámica”, todavía siguen separándola. En las ferias de arte es difícil ver un objeto de cerámica. Es curioso porque en el mundo de las “Bellas artes”, puedes ver una cerámica china de la dinastía Tang, pero no un “pote” cerámico hecho hoy. Pero sí hay que decir que los jóvenes están rompiendo ese prejuicio y lo utilizan como un material más.
Puede que sea más una cuestión de mercado, quiero decir, nadie ha puesto pegas nunca a la obra en cerámica de grandes artistas, como Tapies o Chillida.
Yo creo que es el orden de los factores: ellos primero fueron reconocidos por una obra sólida, contundente; y después pueden hacer lo que quieran. Pero hacer el camino al revés es más difícil, porque ahí sí hay un prejuicio al material, ha habido un prejuicio al material. Y también debo decir, porque hay que revisarse, que hemos sido un poco perezosos, quienes trabajamos en arcilla. Tampoco hemos cooperado en grandes investigaciones, en romper ese muro. A mi, en un momento, me preocupó mucho ese amor brutal a Lucie Rie, porque no podía jugar en contra, porque se iba al objeto precioso y bien hecho, en lo que es una maestra de maestros, pero no estaba permitiendo que entrara algo nuevo. Hoy en día eso está cambiando, pero ahí tenemos un ejemplo, Lucie Rie ha roto eso.
En Europa quizá también el centro holandés European Ceramic Work Centre (ekwc) fue quien dio un paso adelante
Y la Bauhaus, sí. Ha sido paso a paso, pero sigo pensando que lo más importante es que hoy en dia los jóvenes están experimentando con todos los materiales.
Tú también haces cosas con papel
Exacto.
Quizá es que vivimos muy bien en nuestro pequeño getto cerámico y en parte estamos en contra de que entren cosas de fuera.
Yo he tenido esa discursión. En la Casa de América se mostrarán obras grandes, de 700 kilos, y estoy usando lo que me da la tecnología, que son aditivos y pegamentos. Yo hablo del ladrillo, porque el ladrillo es cerámica y hablo de eso, de cómo hacerlo contemporáneo, y de como salirse de la ortodoxia. Porque hemos sido muy ortodoxos. Hay que juzgar por la calidad. Por ejemplo a Tony Caro, o a cualquier escultor en hierro nunca le dijeron nada porque utilizara la soldadura, ¿Porqué nosotros no podemos usar técnicas no cerámicas?, creo que ese (romper con la ortodoxia) es el camino.
Sin embargo, tú has sido muy tradicional en muchos aspectos, por ejemplo, en dar ese protagonismo a la potencia del material puro.
Sí, pero creo que mi obra hay que entenderla en varios aspectos. Cuando vuelvo de España, siendo un recien graduado, creo que lo que hice en Chile fue muy rompedor, —después, cuando marché a Londres, fui consciente de que lo que hacía estaba al nivel europeo, y me tomó inmediatamente Besson (la galería Besson, una de las más influyentes de Europa)—, pero yo tenía que partir desde la base, desde adentro del material, para poder explorar y después romper. Yo estaba haciendo piezas de un metro, colapsadas, que casi se caían, haciendo mis propias arcillas, mezclándolas con materiales industriales y mucho más; pero mi discurso allá (en Chile) era: por favor, reconozcamos lo indio. Eso es rompedor en la academia y es un gesto bastante político también. En londres ese discurso no era necesario, era más bien: “Ok, ya lo hice, tuve ese reconocimiento, pero ahora el desafío es otro”, es entrar en el mundo conceptual del arte, de lo que se está hablando hoy, cómo se expresan las ideas.
Yo vengo de una cultura con piezas como el “jarro pato”, donde creo que solucionaron un problema que tenemos hasta el día de hoy: ¿bueno, es usted escultor o es ceramista? Pues ellos hacían de una escultura, un vaso; le ponían patas y le ponían ojos. Pero era un vaso. Yo vengo de ahí. Y una vez que reconozco eso de una manera contemporánea, mi obra no puedes decir que sea indigenista, porque no lo es.
Pero sí es en cierto modo narrativa, como son los vasos prehispánicos.
¡Completamente! y con un material con el que los nativos de América fueron maestros. Y ese es el reconocimiento que le hago. Algo que sigo teniendo de ellos es que mi obra no tiene esmalte.
En tu obra, o al menos en parte de ella, el color es precisamente el más característico de Chile: el que produce el cobre.
Exactamente, son los colores del paisaje de Chile. Y esos colores vienen mezclados directamente con la arcilla, como lo hacían los nativo-americanos.
En tus instalaciones e intervenciones en el paisaje, más en la línea del “Land Art”, ¿cómo incorporas esa esencia chilena?
Creo que ahí hay dos cosas fundamentales, son los desafíos que tú te vas poniendo como artista, como creces en formato, pero también te va llevando al paisaje, y para mi el paisaje chileno es fundamental, en la obra “Geology” (en esta exposición) puedes verlo, es la primera vez que muestro más pintura que escultura. Y estoy hablando de ese paisaje, porque en realidad lo estoy haciendo con arcilla cruda. Esos son los desafíos que tú te vas poniendo y, como he estado trabajando con deshechos industriales y estos te van llevando por un camino ecologista, de preocupación por el medio ambiente. Pero yo soy un hombre del siglo XIX, yo no puedo dar las respuestas, solo puedo molestar…
¿También hacer preguntas?
Claro, y recordar que el planeta está en peligro, esa es la misión del artista. La ciencia y la política son las que hacen los cambios. Pero cuando te meten en eso, y yo estoy porque lo creo, piensas en cómo yo ahora interfiero el paisaje pero siendo amigable con él, y la única manera es hablar de este problema que tenemos. Piensa, por ejemplo en lo de Somersert House, que era como 50 por 50 metros, ahí ya viene el desafío de como te expresas, de como logras llevar esa idea.
¿Crees que en el arte actual está ya definitivamente superado el tema renacentista de el Arte por el Arte, de la cuestión estética? ¿Debe tener algo de crítica o de reflexión?
Yo creo que sí, creo que el arte interesante es el que rompe, el que conmueve, el que te hace pensar, el que te muestra…, pienso en Goya con los “peleadores” o los fusilamientos…, es el que se hace incómodo. Yo puedo definir mi obra como bonita, a pesar de ser muy brutalista, pero lo bonito en el arte hoy día es un pecado muy grande, pero yo creo que es un bálsamo muy interesante para llevar a la gente, al gran público ademas, no solo al pequeño publico que lo va a entender. Sí, yo creo que el arte tiene que tener el contenido de lo que estamos viendo en la sociedad en este momento.
¿No crees que la cerámica en ocasiones se aleja un poco de eso, que está un poco ensimismada en las técnicas, en la belleza formal de las piezas?
Si, yo creo que sí. Pero pasa que hay tanta necesidad de sobrevivir que hay poco espacio para el sueño. Lo que yo decía es que, claro, cuando ya te empiezan a reconocer o trasciendes, necesitas tener ese excedente, pienso, por ejemplo, en la “factoría” de Serra…, y si yo busco ese excedente, digamos comercial, es para poder tener más herramientas, no para tener una vida más lujosa, porque creo que yo, con lo que tengo vivo muy contento, necesito muy poco. Pero creo que la supervivencia nos mata muchas veces a los que trabajamos en arcilla, nos consume y no podemos dar ese segundo paso.
Por otra parte, hay un resurgir, como ejemplo podríamos poner el premio Loewe, de la idea de afrontar la obra artística desde la artesanía.
¿Cómo te diría? Yo soy mucho más artesano, desde el el punto de que a mi me gusta mucho más “hacer”. Yo tengo un ayudante dos veces a la semana y hago obras de gran tamaño, acabo de instalar hace un año una obra de cien metros en Chile. A mi me interesa hacer, me interesa la “cocina”, donde yo juego con el material, con lo que sale día a día. Creo que es muy necesario, es otra manera, ni buena ni mala. Me siento mucho más atraído, y es un buen ejemplo de lo sublime, por la obra de Ai Wiewei, que toma lo artesanal que tiene que ver con su país. O sea, Jeff Koons es un producto de Estados Unidos porque tienen las máquinas, y por eso es una obra desvinculada del artista, no ves la mano del artista. Creo que si el artista tiene el conocimiento profundo, después puede delegar, si es eso lo que quiere.
Hablar del “hacer” en cualquiera de nuestras artes o artesanías es fundamental. Es envidiable que Ai Wiewei tenga esa posibilidad en China, porque en Europa no la tenemos, igual cinco o seis personas.
Quiza hoy en día no solo el creador, sino también el espectador necesita algo de calidez, no solo en el acto de hacerlo, sino en acciones como poner en la fachada del Haus der Kunst, de Munich, miles de mochilas de miles de niños fallecidos en China. Es hacer propuestas que te remitan al ser humano.
Absolutamente, y eso tiene que ver con lo artesano, eso es muy humano, está muy vivo. La diferencia es que la obra de Ai Wiewei , la forma de crearla, nos viene desde la prehistoria, viene del conocimiento de los materiales, de como cortar la madera, como ensamblarla…, mientras la más tecnológica de Jeff Koons es más de la era del Boing, por así decirlo.
Pero volvamos a esta exposición que se ha inaugurado en Madrid.
Bueno, esta exposición parte de un momento en que me pregunto: “Ok, ya he mezclado estos desechos industriales y eso se muestra, pero ahora, ¿cómo hablo de este tema, como molesto, como trato de ayudar? Porque de eso se trata, no es solo ser un heroe tecleando y reclamando, sino que, bueno, tomo el tema del medio ambiente y digo, en 2016, con la exposición “A Death” (Parafin Gallery, Londres), pero con “Out of Sync” (Somerset House, Londres), que, por poner un ejemllo, las estaciones están fuera de lugar. Esta exposición tiene que ver con la geología, con la magia de nuestro planeta, qué son los materiales, que nosotros como ceramistas conocemos, y acelerar el proceso. Yo vengo de un país de terremotos, donde conocemos la falla geológica desde niños, la escuchamos y fantaseamos sobre cómo será. Eso es un poco esta exposición. Y de nuevo ahora me meto a hablar de la costra de la Tierra, de la superficie, y lo hago con arcilla, arcillas crudas que son, como yo digo, los pasos que uno tiene que ir dando, yo siempre me preocupo mucho de no sobar mi obra, por decirlo asi, si tú ya llegas a un límite donde ya estás dominando la materia, ya estás conversando en paralelo, te tienes que mover de ahí, hacer el tránsito. Creo que eso es esta obra: hablar de la geología, de lo perfecto del planeta, de lo que está dentro de la Tierra como de lo que está en la superficie, desde la arcilla. Son los desafíos que uno se pone.
A mi me gustan los hornos de leña porque, de alguna forma, te exigen una cierta humildad de darle parte del trabajo al horno. En tú caso ¿contemplas esa posibilidad? o tienes que tener control sobre absolutamente todo lo que se ve en una obra tuya.
Es imposible ese control. Yo vivo en la ciudad de Londres y no puedo hacer humo, pero en mi horno hay 48 horas en las que tu pierdes completamente el control. Sí, yo sé que van a ser (las obras) de tales tonos o que van a salir esas vetas, pero no donde van a salir esas vetas. Esa es la magia que uno espera y que a uno le hace seguir, puede ser una gran alegría abrir el horno o una terrible decepción pero creo que es un aprendizaje. Es muy bonito que haya una parte que uno no controla.
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Fotos: Cortesía Ivorypress. © Pablo Gómez-Ogando y Michael Harvey .
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