Durante tres días estuve impartiendo un curso dedicado a la construcción y cocción de un pequeño horno de leña en el Museo de Alfarería de Agost, Alicante
Construcción y cocción de horno de leña
“He construido ya muchos hornos de diferentes tipos, pero en cada construcción, en cada cocción, sigo aprendiendo algo nuevo”
Gracias a la invitación de la dirección del Museu de Canterería de Agost (Alicante), tuve la oportunidad de imaprtir un curso en el que los alumnos pudieron conocer los principios básicos de las cocciones de leña a alta temperatura. Consistió en la construcción de un pequeño horno de leña, de 175 litros, construido enteramente de ladrillos aislantes de baja densidad, sin utilizar cementos refractarios, pastas, maquinaria ni costosas herramientas.
Posteriormente procedimos a la cocción del horno con las piezas que trajeron los participantes. Dado el poco tiempo disponible (el curso fue de solo 20 horas, de viernes a domingo al mediodía) se utilizaron esmaltes que yo mismo llevé ya preparados: tenmokú, celadón, esmalte de cenizas y nuka.
La mañana del viernes la dedicamos a una clase teórica sobre los diferentes tipos de hornos de leña en Oriente y Occidente, centrándonos en los hornos más utilizados por los ceramistas de estudio, y muy especialmente los que están pensados para alcanzar alta temperatura. Posteriormente se esmaltaron las piezas y se preparo la construcción del horno.
La construcción propiamente dicha tuvo lugar el viernes por la tarde, y los participantes pudieron comprobar que, más que un curso exclusivamente para la construcción de “este” horno, en el curso traté de ofrecer las herramientas y conocimientos que permitan variar el diseño en función de las necesidades, materiales o capacidades. ¡De hecho yo mismo modifique algunas cosas del horno sobre la marcha!
El sábado comenzamos la cocción por la mañana, sin prisas, a eso de las 10 o las 11. Muchos ceramistas imaginan las cocciones de leña como día enteros de trabajo, de cortar y preparar leña, cargar y cerrar el horno con ladrillos y barro, cocciones larguísimas, calor y fuego por todos lados, y una negra columna de humo saliendo por la chimenea.
Aunque en algunos casos, si habláramos de grandes hornos, puede que haya algo de razón, en estos hornos pequeños la realidad no puede ser más distinta: la cocción se desarrolla de forma relajada, el calor viene “de fuera” (en Alicante, en octubre, puede llegar a hacer mucho calor…), no hay que pelearse con el horno, simplemente llevar un ritmo y preocuparse de que la llama esté “viva” en la cámara de combustión.
Respecto a esto de estar relajado, yo incluso lo procuro con un sistema que a algunos pone un poco nervioso: no uso pirómetro. ¿Para qué?, yo se que el horno va subiendo, no debo guiarme por el pirómetro para cargar leña ¡nunca! y, además, ¿que gano sabiendo si estoy a 700 o 725 grados? No obstante teníamos un pirómetro que consultábamos cada hora aproximadamente, simplemente por curiosidad. Pero tenerlo siempre a la vista hace que quienes están a cargo del horno tomen decisiones equivocadas, se pongan nerviosos o nerviosas, al comprobar cada segundo si la temperatura sube o baja: es mejor relajarse, disfrutar de la cocción y seguir el ritmo que te marque el horno.
Porque el horno es el que dice lo que debes hacer, si estás atento puedes ver diferentes señales: el humo en la chimenea, el paso de llama por el registro, tambien de la chimenea, la forma de quemar la leña en la cámara de combustión, incluso el sonido de la combustión. Todo eso, en función del tipo de leña, el grado de humedad, el tamaño en que está cortada o incluso la presión atmosférica o el viento, hacen que una cocción difiera siempre de otra.
En este caso, dada la duración del curso, tuvimos que optar por una cocción corta, de apenas unas ocho horas. Esto va en contra de los efectos deseados, ya que las cocciones de leña mejoran con el tiempo que se emplee. Hay trucos, pero los dejaremos para futuros artículos. En esta cocción puede que no consiguieramos muchos efectos de llama o depositos de cenizas fundidas, pero sirvió para que los participantes se hicieran una idea de lo que son estas cocciones. A partir de ahí, cada uno en su casa, puede alargar las cocciones tanto como quiera.
Lo que no cambia nunca es la ilusión de abrir el horno. En este tipo de cocciones la apertura del horno vuelve a ser una sorpresa, la mayoría de las veces positiva, pero ¡ay!, en ocasiones no tanto. Estas cocciones, al contrario de las de gas o eléctricas, son más “temperamentales”, la atmosfera del horno es más inestable, las cenizas producen efectos sobre las piezas y también sobre los esmaltes.
Pero esto es, esencialmente, lo que buscamos los que cocemos con leña, esa parte del resultado que nosotros, de forma consciente, dejamos hasta cierto punto al azar; ese efecto que (como en el raku o el pitfiring) es imposible de controlar al cien por cien. Y esa es precisamente la fascinación de las cocciones de leña.
Espero que el estupendo grupo de ceramistas que nos juntamos en Agost, donde había desde alfareros “de toda la vida” y ceramistas de prestigio hasta principiantes y estudiantes; todos ellos contribuyeron, con sus comentarios y observaciones, a mejorar el horno: he construido ya muchos hornos de diferentes tipos, pero en cada construcción, en cada cocción, sigo aprendiendo algo nuevo.
Agradecimientos al equipo del Museu de Canterería de Agost, y a los participantes: Jorge, Fedérico, Bukka, Verónica, Camille, Manolo, Esther, Pepe, Elisa, Alejandra, Luis y pau