Fuego Sagrado es una propuesta curatorial donde el concepto de Cerámica Expandida atraviesa las producciones y habilita a repensar la cerámica sin bordes definidos ni excluyentes. 10 artistas en 10 ensayos que se corren de los márgenes disciplinares, presentan instalaciones, videos y fotografías.
Fuego Sagrado. 10 ensayos indisciplinados
Graciela Olio
Como el fuego sagrado que permanece encendido a lo largo de la historia, la cerámica brilla en el arte contemporáneo.
Desde la década del ‘60 artistas ceramistas y de otras disciplinas utilizan la cerámica como un medio expresivo en el que la materialidad ocupa un lugar indiscutible.
En Argentina y en otros países occidentales desde mediados del siglo XX la categoría de arte cerámico se sumó al universo del arte. En una acción de revalorización de algunos oficios y prácticas históricas que habían sido condenadas a la periferia de las artes mayores, la cerámica se integró a una dinámica creativa que caracteriza el final del arte moderno y el comienzo la contemporaneidad.
Sin embargo, esta relación entre arte y cerámica plantea cuestiones abiertas al debate. La cerámica es en sí misma una disciplina compleja que involucra discusiones centrales vinculadas al cruce entre arte, artesanía y diseño.
La misma idea de disciplina está cuestionada por remitir a un espacio cerrado, reglamentado y excluyente. En el contexto del arte contemporáneo es urgente repensar las categorías y expandir las disciplinas, desplazando sus límites y así habilitando espacios del orden de lo inter, de lo multi, de lo trans y del orden del cruce, más cercanos a la dinámica de los lenguajes.
Esta operación nos introduce en el concepto de in-disciplina en tanto des-sujetarse, en tanto rebelarse a las normas. Al pensar la cerámica como un nuevo espacio abierto e indisciplinado, podemos expandirnos atravesando diversas fronteras específicas, que nos llevan inevitablemente a repensar cuestiones matéricas, formales, técnicas, tecnológicas, aspectos discursivos, de género artístico y otros.
En el presente proyecto curatorial, intento trabajar desde un nuevo concepto a través de la obra de los/as 10 artistas convocados/as. El concepto de cerámica expandida[1], que venimos abordando desde diversos formatos académicos como la práctica pedagógica de cátedra, la profundización en proyectos de investigación y la transferencia en seminarios de posgrado, entre otras actividades. Este trabajo involucra prácticas y producciones grupales, donde el hacer en equipo nos enseña a elaborar y a compartir experiencias expandidas que están conformando un campo de estudios.
Uno de los ejes ineludibles del concepto de cerámica expandida es el matérico. La materialidad cerámica se extiende a otros materiales cerámicos: el barro crudo, las pastas cerámicas, el cemento, el yeso y el vidrio. Todos ellos minerales modificados por el fuego geológico (ciclo litológico) que impone la naturaleza y/o por el fuego que impone la cultura en su hacer permanente. Materiales transformados por el fuego, que los afecta de una forma irreversible.
Son los artistas los que elevan la materia cerámica hasta un lugar de múltiples significados. La convierten en signo, la valoran como significante. Ellos construyen sentido en las infinitas formas de la cerámica expandida. Aquí y ahora, desde una perspectiva situada en este tiempo y este espacio, nos disponemos a disfrutar de sus prácticas y de sus producciones.
El carácter experimental de la muestra nos invita a ingresar en el terreno de lo efímero. Una categoría contraria a la cerámica disciplinada donde lo permanente se conecta con lo cocido y lo vitrificado.
Como cayendo por una superficie resbaladiza, el barro invita a jugar, a disfrutar de la arcilla mojada, húmeda, pegajosa. A poner el cuerpo y el alma en la tierra. A embarrarnos en la orilla de un río o en un museo de arte. El barro propone pensar la materia, la materialidad cerámica, desde otro lugar.
El fuego sagrado nos atraviesa como artistas. Atraviesa los materiales cerámicos utilizados para producir estos 10 ensayos indisciplinados que hoy exponemos. Ex-poner es la acción de poner algo fuera, de hacerlo público, de ponerlo a consideración. Fuego sagrado propone un espacio para pensar y repensar la cerámica en el arte contemporáneo. Una exposición que se convierte en un dispositivo donde compartir nuestras reflexiones, donde proponer un debate.
Estos 10 proyectos trabajan en los márgenes del fuego, de la materia mineral; en los márgenes de una cerámica que propone un desplazamiento. 10 artistas en 10 ensayos que abren nuevos territorios fértiles, producen en una suerte de laboratorio experimental donde se hace visible la periferia de la cerámica, que quizás sea el lugar donde habita la cerámica en su estado más puro.
Eugenia Bracony nos interpela con su instalación “Autorretrato”. Nos invita a ubicarnos frente a una mesa y una silla casi tapadas de construcciones hechas a mano con barro crudo. Esta operación obtura la funcionalidad de los muebles, y nos incomoda. Incomodando, Eugenia construye una escena íntima y autorreferencial en la que decide mostrar-se a través de la conexión entre la arcilla cruda (con su imponente materialidad) y los dos objetos muebles que remiten a su vida cotidiana (casa-taller). Escribe sobre su obra “el autorretrato siempre tiene algo de íntimo y algo de público, una tensión evidente entre exponerse y distanciarse. Se muestra y se oculta siempre algo. Este caso no es diferente, es mostrar un instante, una percepción personal, la subjetividad de un momento, una fracción, un impulso, una entelequia”.
Silvina Cavallaro, en su obra “No volví a sentarme en tu sillón pensando que ibas a volver”, trabaja el lenguaje audiovisual en un video donde lo cerámico se cruza con la producción digital. Su obra conecta la materialidad de la arcilla en diversos estados, los objetos y su íntima memoria afectiva a través de imágenes móviles y sonidos. Esta conexión produce un relato ficcional que apela a activar emociones y sentimientos. Silvina escribe sobre su proyecto: “La obra es un video que reflexiona sobre el duelo y el tiempo, sobre las sensaciones fantásticas o mágicas que esperamos sucedan o que acontecen después de la muerte de un ser querido, en mi caso, la de mi padre. ¿Después de la muerte no hay nada? En esta obra construyo imágenes que evocan su recuerdo, buscando nuevas relaciones entre las cosas y los sentimientos, tratando de representar ese tiempo atemporal de un sentir que ni la lógica ni la razón pueden explicarme”.
Leila Córdoba construye una obra efímera, una instalación llamada “Barrial”, a partir de un pensamiento situado. Se ubica en la ciudad de La Plata, durante la trágica inundación del 2 y 3 de abril de 2013. Leila produce la obra pensando en la tragedia como un suceso doloroso que nos atraviesa a todos, aportando a la construcción de una memoria colectiva que nos permita sanar y no olvidar para evitar una nueva tragedia. Paradójicamente, desde lo efímero, logra producir una marca permanente, no física, sino conceptual. Leila nos dice: “Intento traer con ese gesto algo de la memoria emotiva de la inundación en La Plata, territorio donde sucede esta muestra colectiva. La pregunta por el miedo presente, las marcas y los fantasmas que pueden existir. Lo humano destructivo. El barro en el desastre y el barro de la construcción. La forma estantería como una construcción de sostén, elemental. Nueva arquitectura. Posible gesto de habitabilidad del día después. Resistencia estructural”.
Lucía Delfino, con “Nos miro de afuera”, un título inquietante, nos detiene en una gramática fallida que potencia el clima poético de la obra. Una instalación que nos hace parte de un mundo íntimo y ficcional donde el barro se vuelve materia divina. Ya no ensucia, tampoco tapa. Aparece como un elemento develador. Así conceptualiza su trabajo Lucía: “Un arreglo floral, sumergido, pintado, cubierto en barbotina. Una pintura con el retrato de una persona, realizado también con barbotina levemente coloreada. Ambos se encuentran como suspendidos en un mismo estado de ánimo, rígidos y en reposo, mientras esperan tal vez echarse a perder. El material con el que se encuentran hechos refuerza lo inexorable del paso del tiempo, de la transformación, a la vez que intenta inútilmente fijarlo, endurecerlo. Dentro y fuera del retrato, la figura y las flores dialogan entre sí acerca del carácter de la representación. Las flores, como objeto real, se vuelven representación al ubicarse ahí, la arcilla refuerza en su gesto y al cubrirlas, su nuevo carácter ficcional. Los ojos del personaje, dirigidos hacia el arreglo, lo intentan despegar de la bidimensión y en cierta forma, de su carácter de representación”.
Mercedes Fidanza presenta “Armadilla”, una obra que nos habla de las migraciones permanentes de los seres vivos, de los cambios, desarraigos y sufrimientos que conlleva la migración. Mercedes construye una instalación donde articula diversos elementos cerámicos que operan como una armadilla/armadura de protección. Define su trabajo de la siguiente manera: “Armadura de piezas hechas con reproducciones del caparazón de una mulita. Tomar la copia y su reproducción seriada como la posibilidad de expansión de esa mulita sobre un cuerpo, generando capas para ser amoldadas al cuerpo propio o ajeno, como una posible armadura de defensa ante los peligros que cualquier migrante siente o percibe durante sus movimientos por el territorio/frontera que transita o habita. Una mulita hallada en el desierto de sal, en las Salinas Grandes, me trajo historias de migraciones en el interior del país, y me llevó a preguntar y reconocer mi propia migración presente desde la ciudad hacia el campo. La obra es un nuevo territorio a donde migrar con estas experiencias”.
Anabel González Alonso, en su proyecto “Fragmentos de un paisaje”, trabaja con los bloques que se forman con los sedimentos de la pileta de decantación de su taller de cerámica. Un taller lleno de niños y adultos produciendo constantemente. Trabaja poéticamente con las partículas sólidas de diversos materiales cerámicos que se depositan en el fondo de su pileta. Son restos, es lo que queda de la producción, lo que se lava, lo que sobra. Es una suerte de basura inorgánica, un residuo cerámico. Anabel produce una instalación que la lleva a preguntarse: “¿Será topografía? Son bloques, macizos, sedimentos. Existe un relato que no sé si contar… Que solo es para los que estudian. Los que saben cómo se hace o cómo ha sucedido… En miles de millones de años o en un par de meses de acumulación. Estratos. Geología o experimentación con la materia. El fuego une, liga, conforma… Cerámica. Aparecen colores, capas… ¿Lugares? Paisajes ¿o solo recortes? Eso sí… están situados. Gravitando el suelo que habitamos. ¿Por qué los artistas producen nuevas herramientas topográficas? Como afirma Bourriaud: ‘Porque las fotografías y los mapas ya no se superponen, porque las representaciones comunes ya no se corresponden con la experiencia vivida (…) Saben que esta experiencia del mundo no es transmisible con la ayuda de simples imágenes estáticas, sino que este proyecto pasa por técnicas de recorte, encuadre, desplazamientos, por cuadros de saberes que se muestran incompatibles con un «realismo» cualquiera, incluso documental’[2].
Pablo Insurralde presenta un proyecto de instalación con varios objetos de cerámica esmaltada, donde leves movimientos mecánicos producen un choque permanente entre ellos. Estos pequeños roces provocan un sonido sostenido que inquieta y nos hace pensar en una acción riesgosa. ¡¡Se podrían romper!! Pero la repetición sutil de movimientos y choques, finalmente desgasta la superficie y revela un material cerámico frágil y a su vez resistente. Pablo dice: “La obra busca poner a la cerámica en un contexto de vulneración donde se exponga su fragilidad. A través de los esmaltes empleados la obra da una falsa apariencia de piezas metálicas, pero debido al roce entre ellas y a su posterior erosión, se descubre progresivamente su verdadera materialidad cerámica”. Con su proyecto el artista nos lleva a un lugar incómodo, el de la fragilidad de la cerámica. Parece metal, parece fuerte e irrompible, pero en realidad es cerámica y lo que nos incomoda es que se rompa y revele lo natural. La cerámica se rompe. Tiene esa bella propiedad: la fragilidad.
Luciana Poggio Schapiro con su obra instala en el piso de la sala cinco cuerpos construidos con ropa y materiales cerámicos que se integran desde el color, las texturas visuales, los detalles de superficie y los procesos formales. Allí la obra se establece como un dispositivo interpelador. Acciona interrogantes sobre las relaciones establecidas entre la forma, la materia y el color. Pregunta sobre la obra como signo y sobre la materialidad como significante. Sobre el color como comunicador de sentido. Dice Luciana sobre su instalación: “La propuesta se centra en una experiencia sensible con la forma, los materiales y el color. Desde el espacio íntimo del taller al espacio expositivo. Busco con estas piezas preguntarme cómo se han construido históricamente las interpretaciones asociadas a los diferentes colores. Cuestionar los sentidos que nos ligan con el color desde la materia, estableciendo una relación directa entre mi indumentaria y los materiales cerámicos (arcilla, yeso, cemento). Como comunicador de sentido muchas veces por sobre el lenguaje. A partir de un compromiso total de la experimentación con la materia generando otras relaciones que demandan otros significados”.
Franca Ramos trabaja una fotografía de gran formato impresa/revelada en forma directa sobre la pared. Utiliza una técnica fotográfica antigua (goma bicromatada) que fue adaptada a la cerámica por el año 1850. Franca produce una operación de re-adaptación de la técnica: no imprime sobre un soporte cerámico, sino que colorea la emulsión fotosensible con colorantes cerámicos (óxidos, pigmentos, engobes). A partir de esta nueva adaptación técnica, utiliza una tecnología de insolación sencilla y produce un collage fotográfico donde ensambla imágenes de personas con identidad trans, publicidades de make-up y dibujos propios. Sobre el tema de su proyecto Franca dice: “La temática elegida conlleva la intención de visibilizar a las personas con identidad trans por la fuerte exclusión que sufre este colectivo, siendo el único grupo humano en nuestro país que está condenado casi exclusivamente a la prostitución como medio de vida”.
Claudia Toro presenta su obra “Artefactos. Archivo Buque Factoría”, una instalación/archivo sobre su participación en la banda de sonido experimental llamada Buque Factoría. Banda de la cual Claudia es integrante fundamental y fundacional. Buque es sin duda una obra en sí misma. Opera artísticamente cruzando lenguajes (sonoro, visual, corporal, verbal) y provoca una experiencia única en cada persona que se dispone a ver(los), sentir(los) y escuchar(los). Al hablar del concepto de su obra Claudia señala: “El fundamento de la presente obra “gira” sobre una mirada que trata de reunir de algún modo mi circulación, búsqueda y presencia en la banda Buque Factoría (conformada hace 11 años por Andrea Fasani, Fabiana Galante, Jorge Mancini y Santiago Pereson y Claudia Toro)”. Al describir la obra y los materiales, la artista dice: “Tocadiscos antiguos intervenidos, discos y púas de cerámica, e implementos varios que ejecutan movimientos y sonidos al accionar sobre los tocadiscos. Los arte-factos estarán intervenidos para que una vez encendidos continúen accionando sonidos automáticamente. Una mesa de trabajo que reúne viejos tocadiscos intervenidos (instrumentos), discos de cerámica (diversos cuerpos sonoros), objetos percusivos (cerámicos y no cerámicos). Otros objetos (cerámicos y no cerámicos) que funcionan de púas y que resumen sonidos a la cápsula del arte-facto giradiscos. Otros materiales de archivo como imágenes (fotos, dibujos) textos, videos y sonidos de diversos conciertos y ensayos de la banda; dispositivos pertinentes para su exhibición”.
Estas obras forman parte de un proyecto curatorial afectado, palabra que viene de afecto, por un sentimiento visceral hacia la cerámica.
Es difícil lograr transmitir desde la pasión. Pero estamos aquí y ahora, ocupando un valioso espacio ofrecido por el Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Pettoruti”.
10 artistas, una curadora, un museo y la cerámica. Una cerámica escondida que se nos aparece y se imprime en nuestro imaginario como una memoria del fuego.
Termino con la frase del inicio: “Como el fuego sagrado que permanece encendido a lo largo de la historia, la cerámica brilla en el arte contemporáneo.”
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Notas:
[1] Cerámica expandida. Pedagogías experimentales en la enseñanza universitaria. Autoras: Olio, González Alonso, Toro. Ponencia presentada en CIEPAAL Congreso Internacional de Enseñanza y Producción de las Artes en América Latina. FBA-UNLP. 2017. Término utilizado en la mencionada ponencia y en otras presentadas en congresos, jornadas y simposios nacionales e internacionales. Utilizada en artículos en revistas de arte y otros eventos de investigación. Cátedra Olio, DAVPP, UNA.
[2] BOURRIAUD, N. Topocrítica. El arte contemporáneo y la investigación geográfica. Miguel Ángel Hernández-Navarro (Coord.), Heterocronías. Tiempo, arte y arqueologías del presente. Ed. Cendeac. Murcia, 2008.
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Graciela Olio Nació en La Plata, Argentina. Profesora y Licenciada en Artes Plásticas (orientación Cerámica) Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, UNLP. Es Profesora Titular de Taller Cerámico II a IV (cátedra Olio) de la carrera de Artes del Fuego y es Docente Investigadora Categorizada del Departamento de Artes Visuales “Prilidiano Pueyrredón” de la Universidad Nacional de las Artes, DAVPP-UNA, situada en Buenos Aires, Argentina. Vive y trabaja en las ciudades de La Plata y Buenos Aires.
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