Cuenco Falangcai, de la colección H.M. Knight.
14.7 cm. (Imagen: Sotheby’s)
En dos recientes subastas hemos visto como se pagaban grandes cantidades de dinero por piezas de cerámica pero, ¿esto es realmente bueno para los ceramistas?
El pasado 3 de abril se subastó en la sede de Hong Kong de la casa de subastas Sotheby’s un lote consistente en un cuenco de porcelana china del periodo del Emperador Kangxi (1662-1722). Es una pieza torneada y cocida en los hornos imperiales de Jingdezhen; los expertos piensan que después se llevó a los talleres del Palacio Imperial en la Ciudad Prohibida de Pekín, donde fue pintado, posiblemente por jesuitas residentes en la corte, y posteriormente cocido. Este cuenco se vendió por 24.815.722 euros (30,42 millones de dólares).
Por otro lado, en la casa de subastas Bearnes Hampton & Littlewood, en Exeter (Reino Unido) se remató la venta de una pequeña pieza de Hans Coper por 436,740 Euros (381,000 Libras). Esta pieza pertenecía a un coleccionista privado que la compró en los años setenta por 250 libras. Durante la subasta, dos compradores se “picaron” y fueron subiendo, poco a poco, sus ofertas, hasta llegar a la cifra final, que es la mayor pagada nunca por una obra de Coper, y que casi dobla el anterior record.
Presentación de la pieza de Hans Coper en Bearnes Hampton & Littlewood
Estas dos noticias son ciertamente diferentes, la primera parece ser un caso de comercio “puro y duro”: solo hay dos piezas de ese estilo en el mercado del arte de todo el mundo y se convierte en una inversión segura. No tiene nada que ver con cuestiones artísticas, aunque la pieza puede se bellísima (como tantas otras, por otra parte). El segundo caso quizá se acerque más a la valoración que dos apasionados por la obra de Coper pueden hacer, aunque en ocasiones el coleccionismo se rige por sus propias normas, incluso personales, a la hora de hacer una valoración de la obra artística.
¿Es una buena noticia que la cerámica alcance estos precios? Puede que si, puede que ayude a valorizar la cerámica en términos generales, puede que el gran público, si le suena que se ha pagado por un pequeño cuenco de cerámica lo mismo que por “un Picasso”, inconscientemente considere la cerámica como algo valioso.
Yo tengo mis dudas, ya que quizá lo importante sería que el público valorara el uso de la cerámica como algo habitual, tanto de forma funcional o decorativa, ya que en ambos casos el objetivo final es producir sensaciones. En cualquier caso, nunca debemos confundir la voloración de la cerámica en el “mercado del arte”, o en el “Mercado del coleccionismo”, con la valoración real de la cerámica como forma válida para la expresión artística.