Pieza de Catrerina Roma
Texto de Caterina Roma
Tercera y última parte de la serie de artículo dedicados a las cocciones de leña escrito por la ceramista catalana Caterina Roma
Articulos anteriores:
El horno de leña, reflexiones de una “woodfirer” novel (1)
El horno de leña, reflexiones de una “woodfirer” novel (2)
La cocción con leña
Tras los dos artículos de la serie “El horno de leña, reflexiones de una wood-firer novel”, llegamos por fin al objetivo final de este proyecto: la cocción de piezas de cerámica.
Empieza con ello un viaje de conocimiento mutuo con esta herramienta levantada con las propias manos, y de la cual se conocen todos los rincones. Cada horno tiene un carácter y un funcionamiento distinto, y el ceramista debe aprender a dialogar con él para sacarle todo el partido.
Pastas cerámicas
Hablando siempre de la cocción a alta temperatura, no todas las pastas cerámicas funcionan bien para el horno de leña. Las largas cocciones y la fuerza del fuego puede acentuar la propensión de pastas finas a deformarse y agrietarse, y aunque las arcillas chamotadas funcionan mucho mejor, si lo que se buscan son efectos de ceniza, también hay que tener en cuenta que cuanto más abierto es el poro, cuanto más gruesa la chamota, más tardará en saturarse de ceniza, por lo que los efectos tardarán más en aparecer. En este caso, es recomendable utilizar un engobe; los hay, además, específicamente formulados para leña, muy sensibles a la llama y la ceniza volátil.
En cuanto al color, tradicionalmente se prefiere la arcilla blanca, dado que los efectos de ceniza son más evidentes y sutiles. Además, el hierro de las arcillas oscuras a menudo las hace más blandas, por lo que sólo podrían usarse en las zonas más frías del horno.
El ensayo y error es el mejor aliado para elegir la arcilla; es recomendable probar muchas, e incluso formular una propia, que otorgue a las piezas una personalidad y carácter intransferibles.
La carga del horno
Hay un antiguo proverbio nipón que afirma que si un horno está bien cargado, el éxito de la hornada está garantizado en un 80%. Tal vez no sea del todo cierto pero da una idea de la importancia de esta parte del proceso. El aspecto más importante a tener en cuenta es la circulación de la llama en la cámara de combustión, que determinará tanto la homogeneidad de la temperatura como las improntas de llama y ceniza. El fuego es como el agua: hay que dejar que circule, no permitir que se estanque, pero a la vez crear una circulación controlada, sin grandes canales por los que corra demasiado de prisa, y deje secar (o en este caso, enfriar) otras zonas. Al final, todo se reduce al mismo concepto oriental de energía, y de cómo su correcta circulación es fundamental para el óptimo funcionamiento de todos los sistemas vivos, y el fuego es uno de ellos.
A la hora de colocar las piezas, existen básicamente dos maneras: en pisos, con gruesas placas de carbonato de silicio, igual que en un horno eléctrico o de gas, o apilando las piezas unas sobre otras. La técnica del apilado requiere mucho más tiempo, paciencia y conocimientos, pero permite cargar piezas grandes y rellenar los espacios con otras más pequeñas, creando cargas más compactas, que a menudo son obras de arte en sí mismas. En todos los casos, hay que usar almohadillas para evitar que las piezas se queden pegadas unas con otras, o a las placas, a causa de la vitrificación, el esmalte y la ceniza derretida. Estas almohadillas se amasan con arcilla y alúmina, a la que se les suelen añadir materiales combustibles para que sean más fácil de desprender después de la hornada. Cada tipo de arcilla, cada mezcla y forma de colocación deja su propia marca, y es habitual incorporarlas a la estética de la pieza. Tradicionalmente se usaban conchas marinas entre la almohadilla y la pieza; el carbonato cálcico se pulveriza con las altas temperaturas y se elimina fácilmente con agua, dejando una marca inconfundible de la cocción con leña.
Tipos de leña
La leña es, ni que decirse tiene, un factor determinante para la cocción. Es de primordial importancia que esté bien seca, normalmente de al menos un año, y cortada y astillada a la medida necesaria según el diseño del horno.
La leña de pino es la más valorada, pues desprende un calor rápido con una llama larga, produce mucha ceniza y no tapona el horno con un exceso de brasa. En general, las maderas blandas son más apreciadas, pero las duras también pueden utilizarse para cocer, ajustando los ritmos de alimentación.
Lo más lógico es usar la leña que se tenga a mano, cortar árboles muertos del bosque, o recoger restos del aserradero local. Y luego adaptar la cocción a lo que se tenga, pues cada leña proporcionará una variación de tonos y coloraciones que hay que saber aprovechar. En cualquier caso, siempre es bueno tener leña blanda cortada fina por si se requiere un último empuje para alcanzar los 1300ºC. En mi caso, dejé de usar pino para alimentar los laterales del horno, por ejemplo, puesto que la llama era tan larga que subía más de 2m al salir por la chimenea, perdiendo el apreciado calor de la punta. El uso de ramitas de haya me permite mantener la llama justo a la salida de la chimenea, aprovechando así todo su poder calorífico.
Duración y curvas de cocción
La duración de la cocción es una decisión absolutamente personal. Puede ir desde un mínimo de 18h-20h hasta más de una semana. Si se utilizan esmaltes, simplemente se trata de alcanzar la temperatura de maduración, por lo que puede resultar un ciclo bastante rápido. Si lo que se persiguen son los efectos de ceniza, es recomendable hacer durar la hornada al menos un par de días, para crear más ceniza durante la curva de ascenso, y hacer mantenimientos en onda que creen estratos de ceniza fundida.
Acabar la hornada: oxidación o reducción
Acabar una hornada de leña no es como en cualquier otro horno, en que se apaga y se acabó. Es también un momento crucial para el aspecto final de las piezas, especialmente por lo que se refiere a la atmósfera del horno.
La cocción con leña es un ciclo variable de oxidación y reducción, aunque cada ceramista puede propiciar el tipo de atmósfera que predomina durante la cocción, o en puntos determinados de la curva. No obstante, dejar que el horno consuma el combustible y sellarlo dará unos resultados completamente diferentes a sellar el horno lleno de combustible, dejándolo sin oxígeno.
Las posibilidades del enfriamiento reductor son muchísimas, y sus efectos suelen ser mucho más característicos de la cocción de leña, con colores más oscuros, esmaltes mate y gotas de ceniza de un color verde profundo.
Pero llegados a este punto pueden ser altas horas de la madrugada, con el equipo de trabajo agotado después de días de hornada, y con ganas de acostarse. Por eso es importante tener un plan de trabajo definido que marque claramente los objetivos, evitando así dejarse llevar por el cansancio del momento.
Además, hay que saber disfrutar de este momento, que para mí es de los mejores: la sensación de quietud después del fragor de la hornada y el palpitar del horno, preñado de fuego.
Lecturas
No existen libros centrados únicamente en la cocción con leña, pero hay algunos libros que tienen secciones que vale la pena destacar.
- Steve Harrison: Laid Back Wood-Firing. Absolutamente imprescindible si se tiene intención de construir un horno de tren, y el apartado dedicado a la cocción es magnífico. Es una autoedición hecha por el mismo autor que sólo puede conseguirse online: www.sidestoke.com/Harrison/book.html
- Kusakabe & Lancet: Japanese Wood-fired Ceramics. Una de las Biblias del horno de leña, con multitud de recursos, y muchas consideraciones prácticas acerca de casi todos los aspectos de la cocción.
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Infocerámica agradece a Caterina Roma la posibilidad de publicar este artículo. Las fotografías y texto se publican exclusivamente para la promoción de la artista, queda prohibida su reproducción sin el permiso de la empresa editora o los fotográfos.