Por segunda semana consecutiva tenemos que dar la noticia del fallecimiento de un gran artista, en este caso es el ceramista japonés, residente en Estados Unidos, Akio Takamori
Akio Takamori pasó los últimos años de su vida luchando contra el cáncer, pero también trabajando; incluso el pasado miércoles 11 de enero lo pasó en en su taller de Seattle, dando los últimos toques a algunas piezas con la ayuda de su hijo Peter, junto al que cargó el que ha sido su última hornada. Más tarde regreso a su casa, donde falleció. Tenía 66 años.
Akio Takamori (1950-2017) nació en Nobeoka (Japón) y tuvo una formación clásica en cerámica, que complementó con un alfarero tradicional en la isla de Kyushu, donde trabajó torneando tazas a jornada completa, “tenía que hacer 250 tazas al día, era extenuante”, diría años después en una entrevista.
Pero el momento crucial de su carrera llegó de la mano de Ken Ferguson, que le habló de la conveniencia de completar su formación en Estados Unidos, donde finalmente se graduó en la facultad de cerámica de la Universidad de Alfred, en Nueva York. También allí conoció a la que sería su esposa, Vicky Lidman.
A partir de ese momento su reconocimiento fue en aumento, hasta llegar a ser uno de los nombres más respetados de la cerámica contemporánea en todo el mundo. Su obra fue transitando hacia la escultura figurativa, que en los últimos años centró su obra, junto a la fotografía o el grabado.
En su obra, en ocasiones plagada de humor y sexualidad, se puede ver claramente la vertiente biográfica; quizá no de forma directa, pero si en el sentido de tocar temas directamente relacionados con sus raíces japonesas y su nacionalidad de adopción: escenas japonesas, en ocasiones recreadas en tres dimensiones de viejas fotografías, personalidades de la cultura y la historia de Japón, escenas procedentes de grabados tradicionales o personajes protagonistas de la convulsa historia del Japón en el siglo XX.
Pero también destacan las escenas intimistas de parejas haciendo el amor, niños, personas durmiendo o momentos familiares de padres jugando con los niños o simplemente cuidándolos. En los últimos años había dirigido su mirada hacia algunos clásicos de la pintura occidental, como Velázquez o Peter Bruegel.
Además de un gran artista, Takamori fue un persona inmensamente querida en el mundo de la cerámica, todos hablan de su generosidad y de su dedicación a sus alumnos. Su obra da idea también de su personalidad, ya que la sencillez más si cabe la profundidad de sus planteamientos.
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