Más de dos milenarios después de su descubrimiento, el celadón (en chino qingci, literalmente “cerámica verde azul”) aún sigue fascinando. Su propagación en Asia, en el Medio Oriente y en Europa fue un fenómeno mayor en la historia de la cerámica que contribuyó a su evolución técnica y estética. Hoy en día, ceramistas contemporáneos se apropian y reinterpretan esta cerámica antigua, originaria de China.
La palabra “celadón” designa tanto al gres, como a la porcelana china con esmalte verde, y luego, por extensión, a las cerámicas cubiertas de un esmalte color verde oliva oscuro a verde pálido casi blanco. La paleta es extremadamente rica, con matices coloreados de amarillo, azul o incluso marrón.
Piezas chinas de esta tipología –especialmente aquellas producidas por los talleres de Yue y de Longquan (provincia de Zhejiang)– son importadas a Europa, donde son muy codiciadas. La apelación francesa “celadón” fue tomada del héroe de la novela pastoril La Astrea de Honoré d’Urfé (1568-1625): el pastor Celadón llevaba un traje con cintas de un “verde tierno”, cuyo color recordaba el gres de Longquan. Esta palabra se propagará en Occidente hasta volverse indisociable del célebre qingci.
A partir del siglo VIII, los celadones de los hornos de Yue fueron exportados hacia el Medio Oriente, Asia del Sud-Este, India y Japón, donde eran considerados como productos de lujo de exquisito refinamiento. Evocan el color del precioso jade al que se le atribuyen virtudes mágicas en Asia. En Vietnam, en Tailandia o en Corea, los alfareros retomaron la técnica china, mientras que, en Persia, esta fue imitada empleando una cerámica rica en sílice cubierta de esmalte.
El descubrimiento del celadón en China, en la provincia de Zhejiang en el medio de la dinastía de los Shang (1500-1050 av. J.-C.) fue fortuito. Fue posible en parte gracias al desarrollo de hornos de leña cuya compleja estructura –especialmente el horno dragón (longyao)– permitirá alcanzar temperaturas elevadas. A partir de 1200°C, las cenizas de madera incandescentes fusionan con la superficie de las piezas horneadas formando una substancia vitrificada: el esmalte. A la vez práctica y estética, esta capa impermeable, lisa y brillante, parece haber sido apreciada por los alfareros que reprodujeron este proceso para cubrir completamente sus obras. En una cocción en reducción (es decir en una atmósfera pobre en oxígeno), el óxido de hierro que contienen las cenizas le otorga un color verde al esmalte. No obstante, la inestabilidad de la atmósfera de los hornos y las variaciones de la cantidad de hierro generan tonalidades extremadamente variadas de una horneada a otra. Las cenizas secas de madera o de vegetales eran espolvoreadas sobre la pieza aun húmeda, o mezcladas con el esmalte líquido y luego aplicadas con el pincel, vertidas con un cazo o por inmersión de la pieza. Progresivamente, gracias al dominio de esta técnica, los alfareros lograrán obtener una superficie uniforme y luminosa, más o menos translúcida u opaca en función de las suspensiones coloidales (partículas) que contiene.
Los talleres de Yue, Ou, Wuzhou y Longquan, tanto como las manufacturas imperiales de la dinastía de los Song del Sur (1127-1279), producirán cerámica con celadón. Las primeras piezas en gres de Zhejiang se inspiran en las formas y decoraciones de los bronces rituales o funerarios. El celadón es combinado con las decoraciones grabadas o en relieve: motivos geométricos, vegetales (lotos, peonias) o de animales (peces, pájaros, fénix), etc. En Longquan, en el siglo XI, los alfareros utilizan un gres de porcelana – cishi – (compuesto por sílice, mica y cuarzo), sobre el cual graban motivos que se revelan bajo el translúcido esmalte celadón. En los siglos XII y XIII, se produce una evolución del estilo que conducirá a la realización de piezas con líneas puras y esmalte opaco, a veces sin decoración alguna.
La vitrina temporal del Museo Ariana, museo suizo de la cerámica y del vidrio, presenta obras de ceramistas contemporáneos, junto a tres piezas históricas, en el primer plano, que se hacen eco de esta técnica ancestral. Según el artista Xavier Duroselle (Francia, 1962), el celadón “adquirió rápidamente sus títulos de nobleza por su capacidad para realzar admirablemente el mínimo relieve, por la profundidad de su transparencia sobre la porcelana y por la suavidad de su superficie, tan agradable al ser tocada o admirada.” Duroselle afirma que “el celadón es un intérprete: revela o atenúa…”. Las formas delicadas de sus recipientes con doble pared (placas de porcelana desgarradas superpuestas) o perforados se realzan gracias a una fina capa de celadón verde pálido apenas perceptible.
La fascinación de Édouard Chapallaz (Suiza, 1921-2016) por los esmaltes chinos empezó cuando visitó una exposición de porcelana china en el Museo Cernushi (París). En su taller del cantón de Vaud (Suiza), investigará sobre el gres y los esmaltes cocidos a alta temperatura. Incluso logrará la cocción en reducción usando un horno eléctrico (¡verdadera hazaña técnica!) que el mismo había construido. Algunas de sus obras con formas simples y esenciales (vajilla utilitaria, piezas decorativas torneadas, etc.) tienen un esmalte celadón.
Fue también un museo parisino de artes asiáticas, el Museo Guimet, que desató la larga búsqueda, casi obsesiva, que lleva Jean-François Fouilhoux (Francia, 1947) sobre el celadón desde hace más de treinta años. Para él, se trata de encontrar el color exacto, una textura o más bien una sensación. “Multiplico los intentos una y otra vez, siempre en búsqueda de una nueva perfección en la calidad de un satinado o en los matices de una tonalidad. El celadón procura una sensación de suavidad, una impresión de profundidad infinita. Por contraste, esta serenidad me permite exaltar una tensión, cierta dramaturgia en esculturas con líneas complejas, vivas y a veces atormentadas”. Algunas de sus obras se asemejan a pedazos de tierra apenas trabajados: tienen un aspecto bruto y macizo. Aquí, el color resalta las líneas, atenúa las aristas y los pliegues de la arcilla.
Totalmente opuesto a las huellas de la mano y de las herramientas del ceramista, claramente expuestas por Fouilhoux, el japonés Sueharu Fukami (Kyoto, 1947) borra intencionalmente toda marca de trabajo de sus obras “flotantes” (piezas moldeadas con aristas retocadas). Crea contendores y esculturas con líneas extremamente puras y de una gran fineza, en una búsqueda continua de perfección formal. Fukami domina la técnica antigua del celadón y le añade una dimensión a la vez contemporánea e intemporal. Color secreto, cambiante, untuoso, transparente, opaco, brillante, mate, satinado o polvoreado, el celadón sigue lleno de magia y de poesía.
Ana Quintero Pérez, colaboradora científica del Museo Ariana, Ginebra, Suiza
Bibliografía
Krahl Regina, “Yuan and Ming dynasty celadon wares” in Chinese ceramics in the Topkapi Saray Museum Istanbul, London, Sotheby’s Publ. / Istanbul, Topkapi Saray Museum, 1986
Celadon past and present: colours of nature, Saint-Avit Lacapelle-Biron, Amis du musée Bernard Palissy, 1995
Crick Monique, Han Jingshi, Shen Qionghua, Céladon: grès des musées de la province du Zhejiang, Chine, Paris, Paris Musées, Suilly-la-Tour, Ed. Findakly, 2005
Créditos fotográficos: Collection Musée Ariana, Ville de Genève
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Más información: Musee Ariana
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Se prohíbe el uso o reproducción del texto y las fotos, que se publican en Infocerámica con permiso del autor, a quien agradecemos su colaboración. Nuestro agradecimiento también al Museo Ariana, de Ginebra, por las fotografías y el permiso para publicarlas.
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