Escribir un obituario no es agradable, nunca lo es. Escribirlo de un amigo es doloroso, más aún si y temías tener que hacerlo. Escribir el de Wali Hawes en además injusto, sabiendo los proyectos que se acumulaban en su cabeza, las ganas de hacer hornos, cocciones experimentales, árboles de fuego… y escribir: relatos, artículos, poesía.
Wali Hawes falleció hace unos días en Londres, donde llevaba viviendo desde hacía poco tiempo; volvió a Inglaterra, al lugar en el que estudió cerámica a finales de los setenta, a raíz de la construcción de la recreación de un horno “botella” como conmemoración de los de la ciudad de Stoke-on-Trent, y allí se quedó, con ese desapego que parecía tener por los lugares. Un desapego que era solo aparente: era indio, y hacía gala de ello, a pesar de haber vivido la mayor parte de su vida fuera de la India; era catalán, por decisión propia, en Catalunya deja familia y recuerdos de muchos años; tenía algo de japonés, en cuanto a filosofía de la cerámica, por su apreció por la cerámica funcional y rituales, como la ceremonia del té, que estudió en profundidad durante los años (cerca de veinte) que vivió en Japón. Es curioso que él mismo dijera que lo que menos se sentía era británico, a pesar de haber vivido en Inglaterra, tener familia allí y el inglés como lengua materna.
Wali Hawes era vehemente en sus creencias pero tranquilo en la forma en que las expresaba; también en sus ideas sobre el arte y la cerámica se podía ver algo similar: sabía lo que quería pero no parecía querer forzar nada, las cosas debían fluir. En ocasiones esto llevaba a conflictos, ya que parecía desentenderse de aspectos prácticos para centrarse exclusivamente en la idea que tenía preconcebida, en el horno que quería construir, en el concepto que deseaba expresar con el mismo y la dinámica de la cocción, del trabajo en grupo.
Siempre que hablaba con Wali (¡siempre!) me contaba nuevos proyectos, propuestas que había enviado a festivales de cerámica en cualquier parte del mundo, cursos que se podrían hacer, hornos que se podrían construir. Precisamente un horno a medias es lo que más directamente me queda, junto a muchos recuerdos de las jornadas de trabajo y de las largas conversaciones que mantuvimos. Un horno que, ahora sí, habrá que terminar y subir a la máxima temperatura. Por él.