En la exposición “Maestros de la cerámica y sus escuelas. Ángel Garraza”, que todavía puede verse en el Taller-Escuela de Cerámica de Muel (Zaragoza), se incluyó la instalación que reflejaba la realidad efímera del trabajo realizado por el joven creador aragonés Juan Fanlo y la japonesa Chisato Kuroki. Una obra encuadrada en el Land-Art que muestra las inquietudes estéticas y la ética artística de estos artistas. Es el propio Juan Fanlo quien nos descubre sus motivaciones.
Mi trabajo desde el principio está basado en presentar una actitud rebelde e inconformista con la sociedad artística y, en este caso, con la cerámica. El nacer en un entorno cerámico y crecer a la par que proyectos asociacionistas y de cambio, que luchan por dar reconocimiento e impulsar la cerámica creativa le hace a uno, aunque no quiera, pensar en cerámica; y a pesar de que me empeñara en no esforzarme en absoluto en aprender los oficios del barro, al final el ruido de la piedra golpeando el barro semiseco producido tras bruñir recuerdos de la infancia, te transforman en un ser cerámico.
Digo siempre que no soy ceramista, sobre todo por respeto a otros y que solo he adoptado al barro como material predilecto porque me resulta familiar y cómodo. Casi todo lo que he hecho creo que sigue una lógica y da igual si es pintura, vídeo foto, música, escultura o cerámica. Mis actos responden a la necesidad de la vivencia artística por encima de crear objetos.
Mi experiencia en Bilbao cambio mi vida. La ciudad y sus gentes. Allí pronto creció mi interés por los espacios abandonados, las grandes metalúrgicas invadidas por la vegetación frondosa que entraba por puertas y ventanas. De esta continua búsqueda de estos espacios y de las experiencias vividas nacieron mis dos grandes preocupaciones: Naturaleza y Espacio.
Mi relación con Ángel Garraza fue buena, aunque mi condición de mal estudiante hizo que no fuera más intensa. Recuerdo que con él empecé a hacer los pequeños habitáculos con pequeñas ventanas que luego presenté al premio CERCO 04. También me animó a experimentar combinando barro y desechos de hierro, que luego posteriormente evolucionó en esa especie de barco con ruedas que presenté al premio CERCO 05. Sin embargo, hay una cosa que tenía olvidada y que seguramente fue el punto de partida de mi trabajo posterior: para el examen de fin de asignatura le presenté, junto con algunas piezas, una bolsita hermética llena de pequeños desechos recogidos en la playa. El mar había erosionado los trocitos de plástico, vidrio, madera industrial, etc, dándoles a todos un aspecto parecido, simulando piedras preciosas.
El aprendizaje de la sutil fuerza creadora de la naturaleza y el rechazo de la manipuladora y voraz huella del artista son las bases de mi trabajo. Cuando te propones intervenir en un espacio natural se deben asumir unos impuestos a pagar, al igual que el árbol que ha luchado por crecer y ocupar ese espacio. Estas duras condiciones provocan la transformación del ser creador y la fusión con el entorno.
En el “Arquitecto de pájaros” (2006), en la construcción del espacio, el simple hecho de ser un lugar inaccesible para vehículos a motor, y a media hora andando por terreno inestable, provoca duros paseos llevando el agua necesaria para beber y para convertir la arcilla en barro moldeable, y que los materiales utilizados deban ser autóctonos. También cuando construí las casas para pájaros en monolitos precarios, las modelé desde lo alto de una escalera en equilibrio, condicionando y limitando mi trabajo. Esta actitud masoquista se repite, desgraciadamente, en todo lo hecho, donde el trabajo duro, proyectos arriesgados acompañados de las inclemencias climatológicas, donde no todo lo controlas tú, también condicionan y deforman tus actos y pensamientos.
Un proyecto arriesgado fue la construcción de “El habitáculo de fuego” (2005) junto con mi padre, donde nuestro amor por las construcciones ancestrales, por el espacio y los retos con la arcilla nos unió para levantar una construcción con adobes, de más de tres metros de altura, que posteriormente cocimos en una gran hoguera. De este complicado proyecto con problemas de carácter arquitectónico salieron muchas conclusiones y futuros retos que se cruzaron en el tiempo y espacio con un proyecto similar de chisato kuroki, “Casita de té”. En domadores de fuego Muel 2011, en el que tuve la suerte de participar y donde se construyó un iglú de arcilla de considerables proporciones que luego fue cocido con una especie de horno hecho con pacas de paja. El proyecto que presentamos en esta exposición nació de un paseo junto con Chisato por el pantano de Mezalocha.
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“-588 + 588. Tiempo cero”. Juan Fanlo-Chisato Kuroki
2012. Pantano de Mezalocha (Zaragoza)
Los bloques de arcilla son el elemento básico y de su descubrimiento nace el proyecto. El material de trabajo es espectacular, un lago seco cuarteado que esconde en sus profundidades bloques de arcilla de más de medio metro de envergadura, debajo de estos bloques y ya en forma de barro azulado este fango se traga tu mano… y ahora el dilema: ¿Es sensato intervenir en este espacio tan maravilloso?
El trabajo es una lucha continua con la naturaleza, te das cuenta de que no eres nada ni nadie. El viento y el sol dificultan la tarea, nada depende de ti. Ellos deciden siempre tu destino. Me gusta reconocer mis límites, espero que la frontera entre el puedo y no puedo sea cada vez más frágil.
El ambiente húmedo artificial provocado por el pantano contrasta con el entorno seco y lleno de plantas antipáticas, que pinchan hasta de lejos, componiendo un paisaje extraño y surreal que te atrapa y te transforma en un ser especial e imprevisible. Sus muros rojizos enseñan formas y oquedades que, acompañados de las planicies arcillosas, se convierten en un gran escenario. La función está a punto de comenzar.
En seguida me fundo en la tierra, en el aire, soy una parte de ella. El ambiente me absorbe y me transporta a otro tiempo, otro espacio. Es algo ajeno pero a la vez algo familiar, y nostálgico. Un vértigo de tiempo, la sensación es como si estuviera haciendo este trabajo siempre en mi vida paralela, perdida en un mundo sin fin…, se empiezan a cruzar la vida y la muerte en el reino eterno.
Quizás sea el cierzo, pero mi cabeza ya no piensa, mis piernas y brazos no sufren a pesar del trabajo costoso de sacar y transportar bloques. De vez en cuando, coincidiendo con algún pinchazo muscular, aparece algún pensamiento negativo: “porque me complico la vida de esta manera”. Los pensamientos positivos surgen tras la contemplación del trabajo visto desde fuera, cuando la jornada de trabajo monótona termina y te subes al monte y te conviertes en espectador.
Esta es la segunda casa que hacemos. Las casas no son de nadie. El proceso de la construcción me ha llevado a un espacio que estaba buscando y donde deseaba estar, es un lugar vacío a la vez que lleno. Está en mi profundidad. Mi origen y mi raíz.
La idea es sencilla: quitar de un sitio para poner en otro; sin embargo, hemos intentado darle la misma importancia a ambas acciones, buscando respetar al máximo el entorno, no dejando nada “estropeado, manchado o sucio”. La acción de quitar es intuitiva y mecánica, natural. La línea va formándose del trabajo de quitar bloques siguiendo la propia lógica de la masa arcillosa agrietada naturalmente y, desde el principio, decidimos no diseñar ni pensar en un dibujo preconcebido. El trabajo está pensado para ser visto desde lo alto y, por lo tanto, no tienes esa observación directa y manipuladora del artista creador que deja su huella irremediablemente marcada. La acción de poner es más artificial, interviene más nuestro pensamiento estético y responde a una extraña necesidad de ambos de construir habitáculos, así como de experimentar sobre conceptos como espacio y seguir investigando en las posibilidades de la gran escultura o la arquitectura de barro.
Alegría, tristeza, risas, llantos, sangre, cansancio, sudor, lágrimas…, todas las cosas que pasaron aquí ya no existen. Se las llevó el viento. El aire constante mantiene limpia y seca esta tierra. Siempre se vuelve al punto de partida, al punto cero. Así quiero estar como la página blanca y nueva, preparada para nuevas aventuras.
Cuando se pretende intervenir en un espacio de esta magnitud uno debe fundirse con él. Como decía Gussepe Pennone:
“Este ejemplo se podría aplicar a cualquier forma vegetal en crecimiento, crecimiento que no somos capaces de apreciar. Es un crecimiento lento que solo percibimos al cabo de unos días. Se podría decir que este trabajo de vivir e integrarse con su entorno lo realiza de forma regular, espontánea, intuitiva, pero sin prisas”.
El tiempo se hace imperceptible, a la vez que intenso; tiempo vertical era como lo llamaba Chisato, un tiempo diferente al que estamos acostumbrados, donde todo es más intenso y dura eternamente.
Juan Fanlo. 2012
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[tabtitles][tabtitle]Juan Fanlo[/tabtitle]
[tabtitle]Agradecimientos[/tabtitle]
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[contenttab]JUAN FANLO (Zaragoza, 1980)
Vive y trabaja en Muel (Zaragoza)
Formación
Bachillerato Artístico. Escuela de Artes Virgen del Mirón (Soria)
Licenciado en Bellas Artes. Universidad del País Vasco (Bilbao)
Beca Erasmun. Covilha (Portugal. Curso 2003-04, Estudios de Cine
Estudios de Guitarra eléctrica. Escuela Municipal de Música (Zaragoza)
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[contenttab]Infoceramica agradece a Juan Fanlo la posibilidad de publicación de este artículo, así como por las fotografías.
Se puede leer más sobre Juan Fanlo en el Catálogo de la Exposición “Maestros de la Cerámica y las Escuelas. Ángel Garraza”.
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