Se me junta al mismo tiempo la lectura de dos noticias que no tienen nada en común ¿o sí? Por un lado tenemos una pequeña pieza de cerámica descubierta hace más de veinte años, y que los arqueólogos británicos que la desenterraron pensaban que servía para contener aceite de oliva; gracias a las redes sociales otro arqueólogo, éste en Holanda, vio una foto de la inocente pieza, que resultó no ser tan inocente, ya que se trataba de una “stankpotten” de unos cuatrocientos años, esto es: una bomba fétida de uso militar.
La otra lectura que se me antoja parte del mismo artículo, aunque se que no es así, es la lectura de los recortes económicos en cultura. Uno de los mayores recortes vendrá por la perdida de ingresos: tanto si descontamos la subida de nuestros beneficios como si perdemos clientes por repercutir la subida en nuestros precios, el resultado sera una perdida económica. Y es que nos suben por todas partes: el impuesto sobre el valor añadido (IVA) que grava la adquisición de obras de arte sube 13 puntos, pasando del 8 al 21 por 100, lo mismo que el cine, el teatro o los conciertos.
También los servicios prestados por artistas pasará del 8 al 21 por 100; y no terminamos ahí, ya que las tarifas de museos, bibliotecas o centros de documentación para investigadores y visitantes subirá también del 8 al 10 por 100.
Se han salvado las publicaciones culturales en papel, que mantienen el IVA superreducido del 4%; pero, por el contrario, el impuesto para publicaciones digitales sube hasta el 21 por 100. Una forma bastante extraña de potenciar un medio de comunicación en auge, que actualmente está despegando y con el que la cultura podría salir beneficiada en el futuro, ya que las mínimas tiradas en papel de las revistas culturales, junto a la especialización de los anunciantes, no auguran un futuro muy bueno.
Por eso empiezo a mezclar noticias, y ya no sé si la bomba fétida de cerámica la han tirado los gobernantes sobre todo lo que tenga algo que ver con la cultura, si la pequeña cerámica inglesa en realidad no estará llena de políticos, o somos nosotros los que, pensando en nuestro futuro, empezamos a oler sospechosamente mal.
Habrá que transformar la famosa frase (*) y decir: “Cuando oigo la palabra cultura, ¡tiro la bomba con olor a mierda!”
(*) La famosa frase se atribuye a Goering, Himmler e, incluso, al general Mola, pero lo cierto es que está incluída en la obra Schlageter, de Hanns Johst: “Cuando oigo la palabra cultura… ¡Le quito el seguro a mi Browning!” (Acto 1, Escena 1), que, en cualquier caso, erá también un furibundo nazi.