La semana pasada me acerqué a Talavera de la Reina (Toledo) a visitar dos exposiciones. La primera fue la muestra de los seleccionados y premiados de la quinta edición de la Bienal Internacional de Cerámica de Talavera.
Esta bienal tuvo como jurado a Carlos Garrido, ceramista; Antonio Vivas, crítico y director de Revista Cerámica; Jose Luis Espinosa, de la Escuela de Arte de Guadalajara, y Juan Manuel Llacer, ceramista y profesor de la Escuela de Cerámica de la Moncloa (Madrid), actuando como presidente Carlos Gil, concejal Delegado de Cultura y como secretario Francisco Castaño, Director del Organismo Autónomo Local de Cultura.
El jurado decició otorgar los siguientes premios:
Categoría “Cerámica actual”
Primer Premio, “Bucle”, de Rafaela Pareja (Valencia).
Segundo Premio, “Sin título”, de Roland Summer (Velden, Austria).
Mención especial, “Hilos de la vida”, de M.ª Jesús Mellado Sánchez (Talavera de la Reina, Toledo).
Categoría “Cerámica tradicional”
Primer Premio, “Scriptorium”, de Antonio Donoso Sierra (Talavera de la Reina, Toledo).
Segundo Premio, “Derribo”, de José Carlos Corrochano (Talavera de la Reina, Toledo).
Mención Especial, “Fuente Árabe”, Martínez “Tito” (Úbeda, Jaén).
El nivel de la bienal me pareció muy bueno, con muchos nombres conocidos, como Ramón Cortés, Juan Pérez, Chisato Kuroki, Miguel Molet, Txaro Marañón, Samuel Bayarri o Clara Graziolino. La participación internacional vino de Estados Unidos, Israel, Italia o Holanda.
En cuanto a la exposición, el espacio no es el más adecuado para lo que se pretende. En una localidad como Talavera de la Reina, que se autodenomina “La ciudad de la cerámica”, se debería cuidar más la imagen de la Bienal Internacional de Cerámica. Pero debemos suponer que no existen en Talavera salas de exposiciones con suficiente espacio como para que obras escultóricas y de pared se puedan ver con más comodidad. El catálogo también es muy mejorable, ya que con los mismos medios utilizados se podría cuidar más el diseño. Esto debe entenderse como crítica constructiva, ya que estoy seguro de que los organizadores también trabajan lo mejor que pueden por la promoción de la cerámica, tanto contemporánea como tradicional.
La decisión del jurado está plenamente justificada por la calidad de las obras premiadas, aunque en ocasiones parece que se repiten los nombres en los diferentes concursos del estado. No digo, obviamente, que porque ya haya sido repetidamente premiado un autor, no deba darse un premio a una pieza si se cree que lo merece, pero quizá se debería tener en cuenta la capacidad de los concursos como forma de dar a conocer nuevos (o no tan nuevos) nombres en el panorama de la cerámica. A veces asalta la duda de si no se trata de prestigiar un premio a base de que entre sus premiados estén los nombres que más suenan. En momentos como el que vivimos, en que prestigiosos ceramistas, con una carrera ya consolidada, siguen presentándose a los premios, otorgarles esos premios podría entenderse como apostar a caballos ganadores.
Pero bueno, esto es una opinión personal que no pretende dudar lo más mínimo de la actitud de los jurados (en donde, por cierto, también se repiten los mismos nombres).