Las cocciones de leña son para muchos ceramistas el paso obligado para quien desee implicarse realmente en todas las fases de la producción de cerámica. Es cierto que todas las formas de cocción tienen características propias, y con todas se pueden conseguir buenos resultados: la limpieza del horno eléctrico o el control de la llama y la atmósfera en los hornos de gas; pero todo aquel que ha tenido la experiencia de cocer un horno de leña, tanto si es un gran anagama como un pequeño horno de tipo árabe, en alta o baja temperatura, durante unas horas o durante varios días, puede dar fe de que las cocciones de leña tienen mucho de especial. Como especiales son, e inalcanzables con otros tipos de hornos, los resultados que se consiguen. Una vez que te dejas atrapar por la estética de la leña, empiezas a echar de menos las texturas en las cerámicas que ves, no puedes evitar pensar: “cuánto mejor estaría esa pieza si tubiera las marcas de la llama y la ceniza…”
Con este precedente nos dirigimos el pasado mes de septiembre hacia el norte de Alemania, en un paraje perdido cerca de la frontera con Polonia, donde se convocó la “Primera Conferencia Europea de Cocciones de Leña”. El lugar elegido no podría ser mejor: un antiguo castillo, pero no lo que en España entendemos por castillo, sino una antigua casa señorial y hacienda agrícola y ganadera, llena de grandes barracones, estancias y explanadas que la hacen perfecta para este tipo de reuniones en las que se solapan las demostraciones técnicas, las cocciones, los pases de películas, las conferencias, exposiciones o mesas redondas. Porque todo esto, y mucho más, encontramos durante cuatro días en Bröllin.
Las jornadas comenzaron con la presentación a cargo de Markus Böhm, organizador y alma de la conferencia, y de la ceramista Janet Mansfield, editora durante años de dos de las mejores revistas de cerámica del mundo y organizadora de anteriores conferencias de cocciones de leña en su país, Australia. Posteriormente hubo una reunión de organizaciones e instituciones europeas relacionadas con la cerámica y los hornos de leña, como revistas, asociaciones o centros cerámicos, que debatieron la posibilidad de crear un foro europeo de cocciones de leña.
La parte más académica del programa, la de las conferencias, tuvo el interés de la variedad: desde la visión general de las cocciones de leña, su uso en programas educativos, hornos históricos en China o en Carolina del Norte (Estados Unidos), diferentes técnicas de cocción, los efectos de las cocciones cortas sobre la superficie de las piezas, cocciones experimentales, “hornos-escultura” o experiencias personales de cerámistas. Es de destacar la conferencia del famoso Frederick L. Olsen, sobre “Encofrados de refractario aislante en la construcción de hornos”, donde demostró por qué está considerado como un gran “sabio” en la construcción de hornos (y en cocerlos). El problema fue elegir, ya que era imprescindible sacrificar unas cosas para poder asistir a otras.
No menos interesantes fueron las conferencias en las que los ceramistas comentaban la situación actual en sus países de procedencia, pudimos conocer los hornos de leña de la República Checa, Estados Unidos, Finlandia, Estonia, Letonia, Alemania, Canadá o Nigeria.
Otra actividad importante fueron las mesas redondas, en las que se asistio a debates entre los delegados sobre temas como el panorama de las cocciones de leña, “Cocciones de leña y medio ambiente”, “Cocciones de leña y educación” y “Estética de las cocciones de leña”, esta última fue especialmente inspiradora, ya que los participantes ofrecieron diferentes opiniones personales sobre el valor, las actitudes y objetivos de las cocciones de leña, desde el punto de vista de la antropología, defendido por el portugués Pedro Matos Fortuna, las vivencias de Marc Lancet (“no soy capaz de distinguir las sensaciones estéticas de mirar un cuadro a lo que siento usando una pieza de cerámica”), la experiencia de Gregory Miller en diferentes culturas (Estados Unidos, Japón y Dinamarca) y, como broche final, la visión poética del maestro Masakazu Kusakabe, que leyó poesía, habló de la importancia de ser feliz haciendo cerámica y cociendo el horno. Terminó su conferencia diciendo: “Intentemos cocer con una sonrisa amable”.
El apartado de exposiciones se cubrió con la muestra “Cocciones de leña en Escandinavia” y la exposición de los participantes en la conferencia, que permitió conocer el amplio espectro de resultados que pueden conseguirse con los hornos de leña, además de convertirse en el punto de reunión donde consultar directamente con los ceramistas sobre técnicas, efectos, cocciones, etc. Las piezas de esta exposición podían comprarse a buenos precios.
Hubo también una exhaustiva programación de películas y vídeos en torno al tema estrella, la cerámica y el fuego de leña, en muchos casos con debate posterior o con la participación del autor de la película o de los artistas retratados en ella.
El aspecto más impactante, no obstante, fueron las demostraciones prácticas. Estas demostraciones congregaban permanentemente a gran número de curiosos. El horno-remolque del polaco Mateusz Grobelny fue muy aplaudido. Se trata de un horno de más de un metro cúbico de capacidad, montado sobre un remolque de coche, con una chimenea basculante y desmontable, que en unos minutos está listo para funcionar (Véase foto 7, pág. 20). No menos interesante fue la utilización de serrín como combustible, de la mano de Lowell Baker (Estados Unidos) y Reinhart Löber (Alemania) que construyeron un sorprendente quemador de serrín utilizando materiales de desecho (véase foto 2, pág. 20). Los asistentes sonreían viendo como aquel conjunto de botes, contenedores, una aspiradora vieja, una olla a presión, tubos de diferentes secciones, todo ello manejado con interruptores y controladores de potencia que parecían sacados del laboratorio de un “profesor chiflado” conseguían al final introducir en el pequeño horno una potencia de fuego que hacía que salieran chispas por cualquier rendija del horno, que subiera de temperatura de forma meteórica y que al final, claro, fundiera parte de las cerámicas… No obstante, nos aseguraron que se podía controlar perfectamente; ¡pero ese día no tocaba controlarse!
Otro horno digno de ver, por su eficiencia y comodidad de uso es el llamado “Phoenix”, que construye y vende en kit el aleman Michael Sälzer. Lo cocieron a alta temperatura sin ningún problema, de forma relajada, con un mínimo consumo de leña, y casi sin humo (Véase foto 3, pág. 20).
Imke Splittgerber, de Alemania, ofreció su forma de entender las cocciones en bidón, con bruñidos y sales metálicas, y Stefan Jacob (Suiza) ofreció un taller de rakú que gustó por la comodidad de sus pequeños hornitos de leña. Junto a ellos ofrecieron demostraciones de torno y técnicas otros cerámistas, como Robert Barron, de Australia, o Masakazu Kusakabe.
Otro de los platos fuertes de esta reunión fue la construcción y cocción de diez pequeños hornos “anagama”. Estos hornos se cocieron, cada uno de ellos, con un tipo de madera diferente, de modo que se pudiera ver la diferencia del esmalte natural procedente de las distintas cenizas. Fue realmente estimulante ver a decenas de estudiantes pasando días enteros cortando leña, construyendo y cargando los hornos, cociéndolos durante toda la noche, durmiendo en tiendas de campaña y trabajando además en las tareas de limpieza o cocina. Tuvieron su recompensa porque, además de pasarlo en grande, pudieron llevarse los materiales utilizados a precios realmente “de regalo”.
Además de todo esto se organizaron otro tipo de actividades lúdicas, como el concurso de hornos improvisados o una noche de fiesta y baile que, junto con las comidas, cenas, el bar y las cajas de cerveza que salían de los maleteros de los coches, hicieron que realmente esta conferencia se convirtiera en una gran reunión de amigos de todas partes del mundo (24 países), unidos por un interés común tan extraño y maravilloso como cocer cerámica en hornos de leña, quemarte las pestañas y pasar noches en vela.
Pero la conclusión es que precisamente es eso lo que hace diferente a las cocciones con leña, esa sensación de estar implicado al cien por cien con el proceso completo, la consciencia de cada grado de temperatura que consigues y la dimensión física de la cocción que se ve reflejada en cada una de las piezas. La complicidad con el horno, el permitirle que esté tranquilo o, al contrario, azuzarlo para que suba de temperatura o reduzca más cuando deseas que lo haga. Esa comunión con la cerámica y con el horno que hace que, como dijo Masakazu Kusakabe, cozamos con una sonrisa amable.
Artículo publicado en Revista Cerámica Nº 119.