Iniciamos con este artículo de la ceramista española Ana Belén Montero una nueva serie de artículos dedicados a contar las experiencias de los ceramistas que viven inmersos en otras sociedades y culturas. En este caso, Ana Belén nos cuenta su forma de vida como ceramista en Bélgica, donde lleva treinta años residiendo.
Esta nueva serie de artículos está abierta a la colaboración y trata de mostrar la realidad de los ceramistas que, por razones personales o laborales, desarrollan su actividad en diferentes países. En estos artículos, los ceramistas nos cuentan, directamente, en primera persona, sus experiencias, su día a día o sus impresiones sobre la forma de entender la cerámica y el trabajo de los ceramistas en diferentes países.
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Ana Belén Montero – Bélgica
por Ana Belén Montero
Mirando atrás me doy cuenta de que nada me predisponía a ser ceramista. Muchas veces me pregunto de dónde viene esa pasión por el barro, esa necesidad de crear y expresar. Qué hace que mi vida esté totalmente volcada hacia el arte cuando a mucha gente que me rodea y aprecio no le interesa lo más mínimo. No me siento superior ni inferior por ello. Simplemente me siento, desde pequeña y como supongo que os pasa a muchos de los que me leéis, diferente.
Llevo treinta años en Bélgica. Dejé a medias los estudios de Bellas Artes en Salamanca y la vida me trajo hasta aquí. Tras varios años, pude por fin continuar los cursos de arte en una academia, en la sección de escultura. Más tarde, me especialicé en cerámica y en ello llevo trabajando unos siete años: además de mi creación cerámica, exposiciones y ferias, he participado en numerosos proyectos artísticos escolares y he dado muchos talleres de especialización. He construido varios hornos de gas y de leña y mi horno de leña actual tiene casi tres años: ¡todavía estamos aprendiendo a conocernos! Desde hace dos años soy profesora de cerámica en la Academia de Bellas Artes de Marche-en-Famenne, en el Sur de Bélgica.
Mi situación profesional es bastante parecida a la que viven casi todos los ceramistas belgas. Salvo excepciones, casi todos ejercemos varias actividades paralelas, compaginando nuestro trabajo con una actividad laboral a menudo muy alejada de la creación artística. Suele ser motivado por necesidades económicas, por supuesto, aunque la cobertura social en Bélgica sea mucho mejor que en otros países. Unos pocos tenemos la suerte de poder asociar la creación y la enseñanza artística, lo cual nos permite conciliar mejor esta doble vida.
Como en muchos otros campos artísticos, pocos ceramistas belgas pueden vivir únicamente de la venta de sus obras. Algunos hacen cerámica utilitaria tradicional y otros, los menos, cerámica contemporánea. Se trata de ceramistas de envergadura internacional ya que, como Bélgica es un país muy pequeño y además, está dividido en dos, Flandes al Norte y Valonia al Sur, es muy sencillo expandirse hacia el centro de Europa, aunque en realidad casi todos mantengan su mirada dirigida hacia los países de Extremo Oriente.
“pocos ceramistas belgas pueden vivir únicamente de la venta de sus obras”
En Bélgica existe mucha cerámica de creación contemporánea y de muy buena calidad tanto desde el punto de vista técnico como estético en el sentido más amplio. Posiblemente sea debido a las muchas posibilidades de aprendizaje que se ofrecen y es que es realmente increíble la cantidad de gente que se dedica aquí a la cerámica en su tiempo libre: hay diferentes niveles de enseñanza, desde los estudios superiores a los talleres municipales, pasando por academias, escuelas de arte, cursos provinciales… Siempre que realizo una exposición la gente viene a preguntarme si doy cursos. El público belga, sobre todo femenino, se siente muy identificado con la expresión a través del barro. Creo que el entusiasmo del público por los cursos de cerámica reside principalmente que ofrece una libertad de expresión casi ilimitada.
Y sin embargo, parece paradójico que la cerámica siga viéndose como un arte menor incluso en algunos círculos artísticos donde debían haberse enterrado hace mucho estos prejuicios. En una ocasión, incluso me dijeron en una famosa galería (cuyo nombre me callaré…) que la cerámica no se vendía porque… ¡se puede romper!
Como veis, las antiguas etiquetas «artesanía» y «arte» siguen vigentes, aunque éste sea un debate que sobrepasa el ámbito belga y se plantea en la mayoría de los países europeos que conozco. Es una pena que estos conceptos impidan muchas veces ver con objetividad una obra, valorándola sólo según una supuesta “nobleza” del material.
Trabajar, como es mi caso, cerámica escultural, instalaciones y cerámica utilitaria sólo le parece contradictorio a una mente limitada por sus propios prejuicios: un bol realizado por un gran ceramista es una extraordinaria escultura que, además, se puede y debe usar. Se adapta perfectamente a su función, y al placer de la vista, se le añade el de tocar y sentir…
En lo que se refiere a cómo se percibe la situación de la cerámica española desde aquí, hemos podido constatar su increíble dinamismo. Su originalidad y la búsqueda de nuevos modos de expresión son patentes. Es una cerámica que abre caminos y se abre al mundo y así es como se está viendo actualmente el trabajo de muchos ceramistas españoles. Prueba de ello son los numerosos eventos internacionales que exponen y premian obras de cerámica española contemporánea. Destaco entre ellos, estos últimos años, la invitación a una delegación española en la Bienal de la Cerámica de Andenne en 2010 y la Trienal de la Cerámica y el Vidrio del WCC en Mons en 2011.
En el 2010, aún llevaba yo pocos años trabajando la cerámica y empezaba a esbozar la forma de expresarme a través del barro. Cuando entré en la zona reservada a la representación de la cerámica española en la Bienal de Andenne me sentí en perfecta sintonía –fue como volver a casa tras un largo viaje… Es algo difícil de explicar, ya que había estilos, técnicas y lenguajes plásticos muy diversos. Pero dentro de esa diversidad, una especie de energía (que era además, si mal no recuerdo, el título de la exposición) conectaba con lo que yo era y sentía muy profundamente. Me abrió los ojos a una realidad que sigo teniendo muy presente: somos lo que somos y si trabajamos con honestidad, eso se expresa en lo que creamos. Y eso me parece que es, en definitiva, nuestro objetivo y lo que enriquece el arte y el mundo.
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